miércoles, 15 de julio de 2009

Marcha Nupcial en 3/3 (III)

III: Enlace

Culo y calzón. Es la imagen más certera para definirnos durante los meses que siguieron. La cuidad nos vió atravesarla de punta a punta, vos sentada en el caño de mi bicicleta en ruinas (el “vólido celeste” como la llamaba) a toda velocidad rumbo al puerto, a la playa o tal vez hasta el cementerio, con el fin de profanar algunas tumbas. A veces hacíamos una parada estratégica para reponer fuerzas en algún bar, a mitad de camino. Tomábamos una caña y seguíamos nuestro itinerario, siempre lleno de sorpresas. Otras veces la parada era menos fortuita al estrolarnos contra alguna camioneta, un peatón desprevenido, un tacho de basura. Es que el “vólido celeste” no tenía frenos, ni yo guita para hacerlos arreglar. De ahí que iniciáramos esta costumbre de largas caminatas nocturnas charlando animosamente a pesar del cansancio. Empezaba a tentarnos la seguridad.

Una seguridad mínima, por supuesto, casi ridícula en nuestra situación. Pero a esa altura era lo único que necesitábamos. La cosa estaba en calma, podíamos seguir como hasta ahora, haciendo equilibrio sin mirar hacia abajo, sin miedo al vacío, con absoluta fe en el próximo paso. Sabíamos controlarlo. No perdíamos el tiempo en nada que no nos entusiasmara. Apenas interrumpíamos nuestra locura para almorzar algo lijero (una lata de choclo) sabiéndolo una necesidad básica pero aburrida, y volvíamos a lo nuestro: tomar un viejo tren de madera que llevaba a un pueblito mágico de la Tramontana, desde el que íbamos a otro en el que nos sentíamos como en casa, en el que finalmente nos casamos (porque íbamos a tener que casarnos); preguntarnos qué música estarían haciendo en la argentina los pibes de nuestra edad; ir a tomar “gin-tonics” a un boliche espantoso por el único motivo de que hasta entonces no asociábamos la palabra “gin-tonic” con ningún sabor en particular; nadar desnudos bajo la luz de la luna en el mar mediterraneo, hacer carreras en changuitos de supermercado, acudir a las inauguraciones de las expocisiones en los centros más elegantes y -amén de aprovechar que el escabio era gratarola- comentarle al artista en cuestión que su trabajo reflejaba sin duda un conocimiento nada superficial y sí muy profundo de la obra plástica de Gonzalo Arribúa. (Es justo decir ahora que el único que reconoció no saber de Arribúa fue Miquel Barceló, aquella tarde-noche que lo abordamos en la Lotja). Dormíamos poquísimo y la vida era una fiesta.

Pero esa mañana de marzo yo había puesto la radio para que me hiciera compañía mientras terminaba una pintura destinada a la pared grande del living. Me acuerdo que buscaba un color parecido al verde de mis zapatitos de ir a los burros cuando interrumpieron la transmisión para informar del atentado. El presidente de Gobierno, José María Aznar, que durante el último año no hacía otra cosa que jactarse de haber desarticulado a E.T.A, aseguraba ahora que habían sido ellos (¡fueron ellos, fueron ellos!). Pero esto era una historia de amor, así que basta de cháchara: me limitaré a confesar que ahí se me armó el quilombo. En la semana que siguió ya nos habían parado en la calle nueve veces para pedirnos documentos. (-Me van a fletar, negra- te dije- estos hijos de puta me van a fletar). Una vez con el Guille, que como recién había llegado tenía el pasaporte al día. No me preguntes cómo zafé las nueve veces. Supongo que tengo un ángel de la guarda peronista. O porque vos venías conmigo. O las dos cosas, en caso de que vos seas ese angel peronista. Pero no había ninguna garantía (-Me van a fletar, negra- te dije- estos hijos de puta me van a fletar). No podía vivir escondiéndome el resto de mi vida. Vos lo sabías muy bien. Así que te propuse matrimonio. Era un paso importante. Me acuerdo que me miraste aterrada. (-Por los pelpa- te dije- es un mero trámite, no me mires así). Te quedaste pensando unos minutos. Para mí fueron largos, negra. Tenía en la nuca el metal frío de las armas de todos los agentes de Inmigración, que se habían detenido justo a tiempo y esperaban tu respuesta negativa antes de caer sobre mí con todo el peso de la ley. Allí estábamos bajo los focos de la escena, focos que proyectaban sombras, sombras que se agrandaban hasta el espanto, las sombras de aquellos hombres de guerra tan celosos de su tierra y sus costumbres. De pronto me miraste, centrada, y me dijiste “pero vamos a tener que repartirnos las tareas de la casa”. Apuntándome con el índice me lo dijiste. Y seria. Entonces accedí:

-Yo escirbiré cuentos y haré la comida. Hasta ahí llego.

***


Con este texto termina mi Marcha Nupcial en 3/3, aquella chacarera miope que empezara con Introito, continuara días después con Des-nudo y ya era hora de que acabara. Chin pum.

6 comentarios:

Jaime dijo...

Equilibrista: Debo felicitarlo, es una historia realmente buena, con sus tres partes tri partitas tan bien diagramadas y desarrolladas que dan ganas de tener tres huevos para articularlos de igual modo.
El detalle de su "negra" es fantástico, decidida a aclarar bien ciertos puntos antes de salvarle la vida.
En cuanto a la división de taresa recuerdo que Perez Celis arregló algo parecido: "Yo pinto y saco la basura"
Felicitaciones otra vez y seguimos esperando nuevos apuntes

Washington (el pianista) dijo...

Jaime, sepa usté que es un alcahuete de alto vuelo. Me parece desafortunado que mencioné la similitud del Equilibrista con el pelotudo de Perez Celis. Le dejo buena fortuna para su deseo de tener un tercer huevo. A ver si lo consigue y se atraganta con el susodicho.
Saludos desde la trinchera

Jaime dijo...

Pianista: Yo no comparo una mierda, creo que está claramente escrita la palabra "recuerdo", no así la palabra "tareas" que aparece como "taresa".
Mandese a mudar, quiere.

J.B.M. dijo...

Hay que reconocer que Perez Celis estuvo mucho más vivo. Pero el equilibrista se encontraba en una situación límite... en otras circunstancias, tal vez hubiera conseguido un trato más favorable, quien sabe.

Orestes! dijo...

A mi con las mina me va mas simple el equilibrista hace arreglos raros yo pongo ladrillos vos cocina cuidas los bepi y ponés la caripela cuando llego mamau. en escalada es diferente en que barselona. los fransese son raro para todo.
Orestes de remedios de escalada

Logue dijo...

Je vais écrire des histoires et de la nourriture ...
Qui font de la nourriture ... Nous avons besoin de s'asseoir et de parler, avec une bière entre les deux est refusé quelque chose de mal.