lunes, 2 de junio de 2008

LOS ERRORES Y EL VINO


“Bueno es el vino cuando el vino es bueno,
mas cuando el agua brota fresca de un manantial cristalino…
prefiero el vino”

(Sentencia oída a mi viejo.)

El primer error fue aceptarlo como un regalo de los dioses: el milagro preciso para que lo que un minuto antes era un vulgar mosto y un minuto después sería un vinagre ordinario, lograra ser el exquisito elixir que – no alcanzándole con eso- además embriaga un poco.

El segundo fue probarlo.

El tercer error que un día –Dios nos perdone- cometimos fue dedicarle atención, fue estudiarlo desde sus amplios aromas a su gama inabarcable de colores, del violáceo hasta el carmín.

El cuarto: haber advertido sus matices y sus capas; haber notado su cambio tras la apertura y el tiempo, su evolución minuciosa, su capacidad de sorprender en breve espacio de tiempo con nuevas reminiscencias de maderas y de frutos (y de especias y de granos).

El quinto error fue alabar la acidez, la frescura, el equilibrio, la elegancia.

El sexto, haber aprendido a descifrar la lágrima que nos deja en la copa.

El séptimo error fue preferirlo entre todas las bebidas.

El octavo fue elegirlo entre todas las opciones.

***

domingo, 1 de junio de 2008

Anotaciones de Mayo

Viernes

Únicamente fumo en horas de trabajo. He conseguido reducir la dosis diaria de tabaco a cuatro cigarrillos, Todos ellos en horario laboral, como para justificar el respiro; aunque cuando llego a casa oigo un coro tentador de voces angelicales que con música de We wish you a merry Cristhmas and a happy new year entona

“Fumémonos un fasito,
fumémonos un fasito,
fumémonos un fasito,
y nos vamo’ a dormir…”




Sábado.

Fragmento del Manual para la Educación Básica Infantil preparado por Gonzalo Arribúa y rechazado sistemáticamente por el ministerio de educación durante toda la década del 90 y sin embargo dictado clandestinamente por educadores y padres descontentos con la educación oficial:

“(…) Uno de los principios fundamentales del derecho se basa en la siguiente sentencia latina: in duba pro reo, que no siempre es lo mismo que Toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Veámoslo con un ejemplo concreto:

Ej.79: En el mostrador de la pizzería Angelín un bacán espera su pizza Napolitana y un reo su Fugazza con queso. Discuten de política. De pronto el reo explota:

-¡Pero este tipo es un hijo de puta!- dice, y mira a los clientes, esperando aprobación. Acaso no es cierto, tal vez el bacán sea un buen tipo, pero ¿podrá probarlo?

Solución: In duba pro reo. (…)”

En otro artículo nos informaba sobre el teatro de Minuscorpias:

“El teatro de Minuscorpias tenía todas las características del teatro isabelino, con la única salvedad de que no era taaaaaaaaan isabelino. Es decir, cualquiera que acudiera a la taquilla acreditando llamarse Isabel, pagaría por su entrada el mismo importe que quienes se llamaran Ramón, Osvaldo, Gertrudis, Vicente, Eurípides, o simplemente Gómez.”

Domingo

Macedonio Fernández dejó dicho que el humor es sorpresa intelectual. Dolina observó que la frase, si bien no define el género, lo ejerce. Yo me acordé de esto gracias a un consejo extraordinario que le oí a un tipo muy gracioso en un programa de tele. Estaban en Las Vegas grabando una serie de entrevistas con españoles residentes allá y se ve que a éste y a su hermano (no sé cómo se llaman, los vi en otro programa pero no me habían parecido nada graciosos, más bien al contrario) los mandaron al Gran Cañón del Colorado. Contaron el viaje mientras nos mostraban algunas imágenes y de pronto: “Si van al Gran Cañón del Colorado no se olviden de llevar una mochila llena de papas con carne (léase "calne"). ¡Se pasa un hambre allí!”. Me vino un ataque de risa y temí que no pudiera pararlo jamás. Macedonio, como el Gordo, tenía razón.

Lunes.

Lo peor de todo: laburar. Habrás notado que cuando quieren elogiar a alguien, a cualquiera, mi vecina y tu portera señalan casi exclusivamente que se trata de “un muchacho muy trabajador”. Yo debo reconocer que no se cuenta ésta entre mis mayores virtudes. Ni siquiera creo que sea una virtud. Fui uno de esos niños sanos que comprendieron mal la fábula de la cigarra y la hormiga, uno de los que inmediatamente se sintieron identificados con la cigarra cantora. En el siglo XXI el trabajo se ha hecho casi una religión. Yo –sin dudarlo- me aferré a la fe católica.

Viernes.

“El poeta es un hombre al que también agobian
La incomprensión, el barro, el alquiler, la luna.”
R. González Tuñón.



Te dirán que no tengo corazón, pero no les hagas caso, se basan en el sólo hecho de que no me gusta lo que escribe Benedetti. Oirás decir que soy un desalmado, pero no te fíes de ellos, lo dicen sólo porque me río un poco cuando oigo algunas canciones tristes, especialmente si las canta Alex Ubago u otra chica que también sufre tanto: Conchita. No es que sea un insensible, debes creerme, pero prefiero ver el partido, no me gustan las películas de Almodóvar. Por favor, no me juzgues apresuradamente, dame una oportunidad, una más, amor mío.

Sábado.

“En vista de la peste de mercado que amenaza con ponernos
a golpes de estadística y de chip en el umbral de lo moderno
habrá que inmunizarse componiendo algunos cantos de sirena”

De una canción de L. E. Aute.

La primera vez que nos vimos fue en Buenos Aires. Él era un músico veterano, de la vieja guardia -pero no tenía nada que ver con el tango, estas cosas me quedaron en el habla por mi afición a la literatura argentina, mi hábito de los discos de Rivero, y acaso una leve exageración conciente; el músico de quien hablo es uno de nuestros primeros rockeros, uno de aquellos viejos monstruos que nos regalaron el rock nacional. Yo era un pibe joven que venía del rock (todos veníamos del rock en los ’90, y estoy casi seguro de que volveremos a él) y empezaba a interesarme por el tango. Alguien –Dios lo perdone- nos presentó. Estuvimos hablando un par de horas. Él con la resignación y la sobriedad que le daban sus años y su nombre, yo con la admiración que le profesaba, con la vanidad propia de la juventud y con la absoluta libertad de no tener ningún nombre. Hablamos de música. Él tenía algunos discos, yo tenía miles de proyectos. No habíamos vuelto a vernos hasta anoche. No me reconoció. Lo saludé, pero enseguida advertí que no sabía que ya habíamos charlado antes. Me hice el boludo, y hablamos de música.

Soy optimista- me dijo- creo que el futuro de la música no corre ningún peligro, al contrario, en los próximos diez o quince años la música habrá crecido en calidad mucho más de lo que creció en los últimos treinta. Hoy te encontrás con que cualquier pendejo te habla de jazz, ragtime, heavy metal, hardcore, hip hop, reggae, qué se yo. En mi época sólo existía el blues. Y el rock and roll, que era lo mismo pero más rápido.

Mientras hablaba recordé nuestro encuentro anterior. Y pensé que a lo mejor sí la música había crecido en los últimos años, pero cierta música casi secreta. Una música que hay que buscar con celo de detective, una música que no se promueve, pero que evidentemente existe (lo sé gracias a un concierto que vi el año pasado en Buenos Aires con mi hermano, bajo la lluvia, o gracias también a algunos amigos y conocidos que trabajan de forma independiente y que habiendo comprendido cómo viene la mano trabajan solos, sin esperanza alguna de vender su trabajo y -por ende- sin presiones, en absoluta libertad –si es que la libertad existe-, por pura necesidad íntima). Se puede todavía ser optimista en cuanto que hay herramientas al alcance de cualquiera para hacer un disco que suene razonablemente bien. Cualquier músico, qué digo músico, incluso cualquier pibe sin formación musical puede hacer un disco en su computadora (yo mismo lo estoy intentado) y lograr un buen sonido. Es más fácil sonar bien hoy que en cualquier otra época. Hoy cualquiera suena mejor que Gardel, se puede ser optimista en ese sentido. Pero nadie canta como Gardel.

Se puede seguir siendo optimista en otro sentido: Con el ocaso de las discográficas y el auge de la piratería, podía creerse que el músico profesional digamos independiente, aquel que se ganaba el puchero haciendo música, con los derechos de autor, los conciertos, los discos, podía creerse que el músico independiente debería buscar otra changuita para que no falte el marroco, que desaparecería como profesional y sólo quedarían compositores amateurs, dedicados a la construcción de delicadas piezas por mera vocación artística, en los ratos libres que les deja el taxi. Pero en Londres, en pleno auge de la música electrónica, intuyendo la decadencia de la venta de discos, unos pibes se dieron cuenta que había que cachar las guitarras y salir a tocar en vivo. La gente le va a encontrando la vuelta. Será por supuesto más difícil dar con algo que valga la pena, entre tanta producción como se puede adivinar, cada cual desde su PC bombardeándonos con sonidos infrahumanos, pero está al menos el consuelo de saber que existirá. Lo importante es lo que hace la gente por su cuenta, para uno mismo, tal y como a uno se le ocurre que quiere hacerlo. Cuando se trabaja para otro, se busca la aprobación del otro. Interesándome por lo que hace la gente, no para vivir sino para crecer, descubrí unas cuantas cosas buenas. Hay que averiguar, preguntar qué hacen además de laburar. Últimamente siempre pregunto: qué hacés qué hacés. Y me encontré con que entre mis compañeros hay uno que compone música con un teclado midi y una oreja finísima, aunque sin formación musical; otro que hace grabados extraños y hermosos, me encontré con que otra escribe, otro es clarinetista y mi jefe, un hijo de puta.

Lunes.

Historia con moraleja- Cuando faltan unas dos horas y media para acabar su jornada, el fenómeno empieza a adelantar trabajo para irse a tiempo; y dejando de lado prácticamente todo lo demás, se ocupa de limpiar la cafetera, cantando a viva voz

“ilusiooooones del viejo y de la vieeeeeeeeja
Van quedaaaando deshechas en la areeeeeena…”

Es justo a la hora en que al jefe, al temido jefe, le dan ganas de tomar un cafecito y se acerca al bar. El fenómeno lo mira serio, y el jefe, con toda amabilidad, le pregunta si puede hacerle un café, por favor. El tipo chasquea la lengua cuatro veces consecutivas al tiempo que niega rotundamente con la cabeza.

-A esta hora no hay más café. Ya limpié la máquina.

Sin perder la calma, el jefe le pregunta el motivo, haciéndole notar que aún faltan más de dos horas para cerrar.

-Es que si no voy adelantando la faena- dice el fenómeno- después me pilla el toro.

Lamentablemente, mientras el diálogo tenía lugar, los otros tres camareros se habían alborotado un poco y corrieron a hacer el café, motivo por el cual cuando el fenómeno terminó de hablar, el temido jefe tenía tres cafés sobre la barra. Qué desperdicio de café, pensó el temido jefe; razón más que suficiente para despedir al fenómeno.



Miércoles.

Un regalo para Unverto- Porque a veces intento ofrecer algún que otro tesorito personal, un poema de Cortázar que ofrecí a mi hermana Mariana hace años, sabiendo que de otro modo le resultaría inaccesible, un tango casi secreto que cantó Gardel y que nos recuerda que existen las pequeñas felicidades, una larga referencia de ciertos nombres que acaso el improbable lector de estas notas investigará, y de ellos guardará para sí sus propios tesoros, o este regalo para Unverto, una carta que encontré casualmente en un librito lindísimo de Galeano (hacé clic, a ver si se lee) :



Lunes.

Dutifri- Qué lástima, Sardá, a pesar de Cróncas Marcianas todavía te tenía fe. Pero anoche vimos tu programa, un proyecto interesante, un emprendimiento caro del que se podría sacar mucho provecho (incluso hasta económico), y no convence en absoluto. Anoche te salvó Serrat. En cuanto él desapareció, no supiste darle al programa ni un poquito de magia, y eso que estuviste en Buenos Aires. Te había visto en Las Vegas y decidí darte otra oportunidad. Hasta aquí llegué y te abandono, un poco apenado, un mucho decepcionado. No sé por qué se me ocurrió que podías hacer algo original, interesante o sorprendente, incluso desconcertante. Errores que se cometen, especialmente cuando nos engrupe cierta ilusión. En fin, que estás haciendo la misma televisión que hacen todos los demás, programas superficiales, sin ninguna consistencia, sin materia, contenido al ras del suelo y expuesto con aires de pensador interesante. Medio pelo intelectual, le decimos en casa. Por suerte –cada tanto nos lo recuerda alguno- a veces de las cosas malas se puede rescatar algo bueno: Cuando bromeando increpaste a Serrat, diciéndole que no hacía gran cosa por el asado, logró él una respuesta tan oportuna como certera.

-Yo soy el pinche- dijo, y divertido, pero advirtiendo la importancia de lo que estaba diciendo, agregó – es importante que cada uno sepa el lugar que ocupa en el mundo.

Deberíamos pensar en ello.


Martes.

Maravilloso disco de Arribúa éste que grabó en España, extraordinario desde el título: Canciones desde el Quinto Coño. Abre con una versión muy personal de la rumbita Nos sobran los motivos, re-escrita para el colectivo argentino radicado ilegalmente en la patria que los parió. Después sigue.


Miércoles.

Introducción de un regetón oído al pasar en una estación de metro, en Londres:

“Para los pibes,
para las minas,
para la gorda del segundo
y el curdela de la esquina,
pa’ los ranas
y los otarios,
para los chicos y las chicas
que salieron del armario”


Por la tarde

Deudas- Directas o indirectas tengo una larga lista, pero son éstas las que me vienen a la cabeza ahora, al momento de escribir:

Debo a Teresa Caride el descubrimiento de Tita Merelo (la de los tangos calientes y de las manos tan frías, la del mercado de Abasto, la del paseo en tranvía) que hace años en un jardín del sur me habló de ella, y ya de vuelta en Buenos Aires me grabó y regaló un cassette que incluía Arrabalera, Pipistrela, Niño bien y Se dice de mí, entre otros temas. A Burattini debo la revelación de Castillo, que una noche en Palermo me dijo sin demasiada convicción que lo leyera, que le había encontrado cierto parentesco con lo que yo escribía, y me dejó un librito de cuentos que le habían prestado (habrá sido una estrategia, ya que estoy casi seguro de que yo no escribía, y mucho menos algo parecido. También creo que a partir de entonces, él me lo debe a mí). A Pablo Ryan le debo Sudamérica. A la vieja esta facilidad para hacer música casi sin esfuerzo, además de las cosas importantes. A mi viejo los discos de Gardel y de los Beatles, la afición a la literatura argentina y el que desde hace años es mi libro de cabecera, el cual no solo me descubrió, sino que previamente se tomó el trabajo de escribir.