lunes, 28 de abril de 2008

Anotaciones de Abril

Miércoles 
 
Estadísticas- Casi siempre uno nace en Buenos Aires, hereda un sentimiento inexplicable, parecido al amor pero mucho más intenso y se hace hincha del más grande, un hincha irracional, capaz de abandonar a la familia cualquier tarde de domingo sin el menor remordimiento. Vive uno las mayores alegrías y las penas mayores que se puedan sentir asumiéndolas como propias con toda naturalidad, aunque muchas veces estas penas y alegrías dependan de unos pocos (once) mercenarios. Cada cuatro o cinco años, como mucho, el país entra en crisis. Es cíclico. Uno seguirá aferrado a la camiseta (nuestra sangre está cruzada en tu blanco pabellón) hasta que en una de esas crisis comprende que el fútbol es una de las cosas más grandes del mundo. Pero también hay otras, por desgracia. A veces afectado directamente por la crisis, pero por lo general tomándola como excusa para cubrir una incapacidad personal, desoyendo el consejo más sano de la literatura universal, uno se aleja del rincón donde empezó su existencia. Mira cuando puede algún partido de River y se da cuenta de que el tiempo pasa. No conocemos a nadie ¿quiénes son estos borregos? ¿no lo puso al negro Astrada? Lejos de casa el fútbol ya no es lo que había sido, pero sigue habiendo un hueco ahí donde estuvo. Uno tiene otras preocupaciones: ¿cómo repartir el tiempo para ganarse un sueldito y ser además, no ya feliz, pero al menos un tipo contento? El sueldito chupa muchas horas, uno quiere andar un poco la ciudad en la que vive, estamos solos, vivimos una pobreza que tiene mucho más que ver con la austeridad que con la miseria, y aún millonario de corazón, uno empieza a simpatizar tímidamente con el Getafe o con el Real Betis Balompié. Esas cosas del destino. 
 
Viernes. 
 
Es extraño: En lugar de ir aprendiendo con cada grabación, a medida que avanzo estoy cada vez más desconcertado. Trabajo durante algunos días en una canción hasta que la juzgo satisfactoria y la doy por terminada. Empiezo con otra, intentando lograr el sonido de aquella y me resulta imposible. Aun habiendo tomado la precaución de documentar en un cuaderno cada paso que doy, a la hora de encontrar el sonido que necesito, un sonido que le de unidad al disco, estoy perdido. A ver si se me prende una luz pronto, porque de seguir así en lugar del disco que había pensado va a terminar saliendo una ensalada de mar y montaña, entrant molt demanat a aquestes terres. 
 
Sábado. 
 
(Borrador para un inventario nostálgico-espiritual de uno que está lejos de casa.)
 
Llevo años en España y aun conservo 
la costumbre del mate, la nostalgia 
de la Cruz del Sur y las Tres Marías, 
la amistad de Tuñón y Pedro Maffia. 
 
Guardo las voces propias de mi acento, 
y ese otro acento grave que heredamos: 
el contrabajo, el piano, los violines 
y el bandoneón trasnochado y asmático. 
 
Agradezco a pesar de la distancia 
el sonido barrial de los gorriones, 
el guarango sabor del martín fierro*, 
el tacto y el olor de los malvones.
 
Casuales, pero tengo todavía 
el hábito de Grella y de Pichuco, 
de Marechal, de Borges, de Arribúa, 
del vino, las empanadas y el truco. 
 
Aun a pesar del tiempo necesito 
la sombra de la calle Guatemala, 
la charla que en un patio de Palermo 
se prolongaba a veces hasta el alba, 
las músicas que ya no son de nadie, 
las largas y nocturnas caminatas. 
Necesito saber que estás conmigo, 
Buenos Aires, La Reina del Plata. 
 
 No vivo en el anhelo del pasado, 
ni vivo del recuerdo o del olvido, 
Voy así, como puedo. A veces pienso 
que ni siquiera vivo. 
 
(Hay quien dice que no hay más paraíso 
que el paraíso perdido). 
 
(*)martín fierro: fresco y membrillo  
 
Martes.
 
INVENTARIO: 
 - Una guitarra española que me regalaron los pibes (en realidad uno de ellos, pero uno que vale por mil), hace diez años, en Villa Crespo, 
- Una compu portátil que hace las veces de equipo de audio, estudio de grabación, escritorio y hasta laboratorio fotográfico,
- Una bicicleta de mierda que vino a suplir a una gran bici, pero que mal que mal cumple las mismas funciones, 
- Una blues harp de HOHNER, en sol, que me regaló Diego Fútbol poco antes de que me fuera del barrio, 
- Un volumen con la biografía de Van Gogh que incluye reproducciones de TODA su obra pictórica, 
- Cinco tubos de pintura, varios pinceles diversos y un montón de cartones y marcos que fui encontrando en la calle y que se acumulan detrás de mi mesa de trabajo con la esperanza incierta de que algún día pinte algo digno de ser colgado,
- Dos cámaras fotográficas de bolsillo con las que conseguí más de un resultado que envidiaría cualquier fotógrafo profesional, 
- Y un elástico de fleje 
que dice que es de Turquía, 
y que heredé de una tía 
que se murió en Cruz del Eje. 
 (lo que no encuentro es la foto de Carlitos) 
 
 Miércoles. 
 
Final para mi novela (sí, aquellas setecientas páginas que desde hace doce años buscaban un final) Entonces, como ya no lo esperaba nadie, se acomodó para atarse los cordones. Notó que llevaba puestos los mocasines negros. No pego una, se dijo, pero se mantuvo agachado todavía un momento, fingiendo el acto, para disimular. Advirtió que se acercaba una pareja. Al menos estoy cansado, pensó, y se levantó de golpe. La pareja lo miraba con recelo. Estos mocasines son dificilísimos de atar, dijo sonriendo, y enderezó para el sur silbando un monótono vals. Concentrado en las notas del silbido no percibió los gritos aterrados de la chica. -¡Policía! ¡¡Policía!! 
 
(Pero ¿de qué iba la novela?) 
 
 Jueves.
 
Soliloquio primaveral en una calle de Barcelona­- Hasta que de golpe un miércoles, uno sale del laburo y agarra por una Rambla. Advierte un florido perfume en el aire, alza la vista y se encuentra con esa galería de árboles cuyas flores solo se ven por la noche, flores colgantes y blancas que se pierden con la claridad del día. Entonces uno se acuerda. Se acuerda de un verso o de una melodía o de una cara, de un cuadro, una vivencia. Y uno piensa (o lo dice en voz alta) “pero ¡la puta! ¡yo sé un montón de cosas lindas! ¿quién fue el hijo de puta que me metió en la cabeza que todos estos años había perdido el tiempo? ¡Yo sé cosas lindísimas, cosas que nadie sabe! Sé de atardeceres en la puna y de la luna sobre el Nahuel Huapi. Sé poemas y pensamientos preciosos que leí en viejos libros descatalogados. Sé de la enorme alegría de redescubrir cada tanto la voz de un morochito que cada día canta mejor. He visto Matisse y Cèzanne y Modigliani, sé de esa simplísima belleza que una vez vista no se olvida ¡¡No se me escapa ni un solo secreto sobre la ciencia capaz de convertir la luz en oro!! (Ah, no, esto no lo sé, pero igual no me hace falta).” Uno camina y siente una especie de secreta alegría, una suerte de felicidad tranquila pero indudable. Sonríe imperceptiblemente y dice que sí, que es cierto, que a lo mejor no entiende mucho sobre economías emergentes o mercados en expansión, pero qué importa si uno sabe que adentro está lleno de tesoros acumulados y compartidos durante los años perdidos que otros aprovecharon para enriquecerse económicamente, ellos, que jamás entenderán nuestros tesoros. ¿Puede alguno de ellos decir, de golpe, un miércoles: …pero ¡la puta! ¡¡¡Yo sé un montón de cosas lindas!!!? 
 
  Martes 
 
“…elegante como un barco viejo”. Linda metáfora. El problema es que a los pocos versos el autor decide estropear por completo la canción. Es un tipo que se las sabe todas, que anda por ahí como si se las supiera todas. Yo asumo que ha hecho canciones de buena calidad, aunque muchas veces las eche a perder con imágenes tan patéticas como “ella llora siempre que suena un blues”. Berretines que lo venden y que sumándolos a su actitud de estrella del rock de Morón (que se manifiesta incluso en su manera de cantar) nos lo vuelven antipático, sin contar los innumerables disparates de los que parte para hacer sus canciones, por ejemplo, cuando asegura que todo está muy raro: “uno empieza tachando la doble y termina en el fondo del mar” ¿y qué tiene eso de raro? Es lo normal ¿no? Lo raro sería empezar en el fondo del mar y terminar tachando la doble (se refiere a la generala ¿no? Tachame la doble). Qué bien que nos cae, sin embargo y por ejemplo, el piojo Johansen. Aún cuando sus canciones resulten muchas veces menores, podemos perdonarle sin esfuerzo los versos menos felices, las soluciones fáciles, el chiste bobo. La clave radica en la naturalidad, esa seductora virtud cada vez más escasa. Kevin Johansen no es, no quiere ser, una estrella de ningún tipo; no es –no quiere ser- más que lo que le tocó ser, un musicante ingenioso que se ríe cordialmente de sus vecinos sin ánimo de ofender a nadie y compone pequeñas piezas que pueden tener o no un poquito de magia (lo que también se manifiesta en su forma de cantar). Conclusión: Gorditas y gorditos que ilumináis el mundo, no os preocupéis en absoluto por bajar la busarda, mejor es aprender a llevarla con naturalidad: UNA BUSARDA LLEVADA CON NATURALIDAD RESULTARÁ SUPER SEXY. 
 
 Jueves. 
 
Estado vegetativo: El cardo Ricardo empieza a manifestar una serie indefinida (pero afortunadamente no infinita) de pequeñas protuberancias en forma de canica pinchante. Se trata de pequeñas bolitas oscuras (acaso alucinógenas –me dicta una parte experimental de mi ser-), cubiertas de filamentos gruesos que derivan en espinas o en algo que pronto será espina. El cardo Ricardo no es en rigor un cardo, es un cactus en forma de oreja, oriundo del bosque que se extiende a los pies del Tibidabo, en Barcelona. Bajábamos un atardecer por aquel bosque cuando recordé que en Córdoba (la de Argentina), estas especies reciben el nombre de “penca”. Recordé también un modismo muy popular en la zona: apencarse. Se usa para indicar –por ejemplo- que alguien ha hecho confianza con demasiada inmediatez (se apencó), o que alguien que pasaba a saludar se quedó más tiempo del que hubiera sido prudente. En base a estas consideraciones, supuse que las pencas echarían raíces con suma facilidad y en cualquier parte, sin importar el terreno; por lo que – formulada la hipótesis- esta parte experimental de mí decidió cortar una oreja al enorme cactus y clavarla en una macetita del balcón. El experimento avaló mi teoría.
En cuanto al tubérculo que había escondido en la maceta de barro, se ha erigido en una suerte de monumento fálico(*) que amenaza una erección descomunal. Lo circuncidaré antes de que no alcance a la cima. 
 
 (*) fálico: perteneciente o relativo a la pinchila.  
 
Viernes 
 
En estos días el Papa se reunió en Estados Unidos con algunas víctimas de los abusos que creo que desde la década del ’50 venían perpetrando una serie de hijos de puta vinculados directamente a la Iglesia (curas y demás). No estoy demasiado enterado, pero supongo que serían las víctimas menos resentidas, las más abiertas al diálogo, que ya es mucho. El Papa aseguró que rezaría por ellos, y uno no puede concebir consuelo más satisfactorio, pero me pregunto ¿será suficiente consuelo cuando a uno –de chiquito- le han roto el culo?  
 
Sábado 26
 
Crónica apresurada sobre el concierto del 25 de Abril de 2008 de la Vela Puerca en Barcelona- Anoche estuvimos en el concierto de La Vela, en la sala Razzmatazz del Poblenou. Lástima el sonido (¿será que con los años me puse exigente?¿O será que había olvidado lo mal que puede sonar una banda de barrio?). La banda estaba ensayada, no cabe duda, pero el técnico no anduvo muy fino, las guitarras casi imperceptibles, la batería demasiado potenciada, el coro tapando a la voz solista, que desafinaba muchísimo más de lo razonable. Parece que a la gente no le importó. Saltaban y aplaudían. Acaso se trata de una manera de hacer las cosas en la que alguna vez nosotros también creímos (con diecisiete años), algo así como que el rock tiene que tener su desprolijidad, su caos. O tal vez es una manera de hacer las cosas muy propia de la argentina y -descubro ahora- también de nuestro vecino transplatense, aquello de lo atamo' con alambre'. Entiendo que la gente siga creyendo y queriendo que La Vela Puerca sea una banda de barrio, y que acepte o desee que suene como una banda de barrio; pero las bandas de barrio cobran una cuarta parte de lo que valían las entradas para el concierto que vimos. En este sentido, deberíamos exigir un mínimo de profesionalidad o al menos que las entradas cuesten lo que cuesta ver a una banda amateur. Y ya que estamos, como diría Danny Rose, permítanme introducir un concepto en esta coyuntura: queda muy mal fumar en el escenario, especialmente si no llegás a los tonos necesarios. A lo mejor esa actitud irresponsable divierte o paga. Pero te estás riendo en la cara de la parva de gente que pagó para oír música. Al menos yo creo que pagaron para oír música, igual en una de esas sólo querían sacar los trapos de Nacional, las camisetas de Peñarol, y hacer temblar la sala al grito de el que no salta es un botón. (Desde hace como una década que alguien intenta hacernos creer que el rockanrol y el fútbol son la misma cosa; una cosa bastante desagradable, además, en ambos casos.) Nosotros fuimos al concierto con mucha ilusión. Y a mí me hubiera gustado hacer una crónica del concierto que tuviera algo que ver con lo que nos gusta de la banda. Pero como todos aplaudían y saltaban, pensé: “¿qué pasa? ¿Nadie les va a decir nada? Así que creí que lo más leal era escribirlo. Lo siento, alguien tenía que hacerlo. No es que hayamos pasado un mal rato, al contrario, lo pasamos bien. La banda nos gusta, pero nos gusta más cuando suena bien. Las cosas hay que hacerlas del mejor modo posible, y creo que no hubiera costado mucho que salieran un poco mejor. Muchachos: gracias por la onda, pero espero que alguien les cuente que haberse convertido en una banda relativamente grande también exige ciertas responsabilidades. Salute.
 
 Lunes.
 
Citas improbables: “I used to make the children happy” es una frase que se le atribuye alternativamente a Sócrates y al Bambino Beira. A mí me cuesta aceptarlo: la juzgo más propia de Gaby, de Fofó o incluso del propio Miliki. Del mismo modo resulta difícil imaginar –como nos cuenta el historiador- al General Juan Domingo Perón urdiendo los versos de la siguiente canzonetta: Para entonar con la barra compuse esta tarantella con la guitarra de Grella y la gola de Gardés. Ni se hace fácil aceptar la confesión de San Juan de la Cruz “Naturalmente, entonces yo bebía. Bebía con mis invitados y con mis anfitriones. Y también bebía solo”. O Gogol, citado por no sé quién, citado por Castillo: “Lugar siniestro este mundo, caballeros”. Otra vez el Bambino, ejerciendo su derecho a la cita sobre las últimas palabras de Gaudí antes de morir: “la base está”.(Se refería sin duda a su proyecto más preciado, la construcción de la Sagrada Familia, obra que -dicho sea de paso- no avanzó demasiado en los últimos 125 años). Estos ejemplos bastan para intuir que algo se ha perdido, modificado o dispersado en el camino al siglo XXI. Esta enorme confusión responde sin duda a un propósito secreto del universo que consiste –según lo vieron a su tiempo ilustres antecesores- en agrupar o confundir (en el sentido original del término) la obra toda de los hombres para lograr definitivamente la Obra del Hombre. Y a este propósito ayudan la moda de citar sin decir que se está citando, o esta otra tendencia hacia la cita errónea y/o apócrifa, dijo Grossman. 
 
 Por la noche:
 
Estado vegetativo: Las protuberancias del cardo Ricardo, a más de agrandarse, han tomado un tono violáceo hacia las puntas, porque lo que hace unos días era esférico hoy es más puntiagudo que zapallo angola. De convertirse en nuevas orejas tendré que mudarlo de maceta y quizá de barrio, pobre Ricardo.

ALSO SPRACH SPICCIAFUOCO


Con un gesto nos indicó la mesa y recién cuando estábamos todos sentados, antes de ofrecernos la carta, habló seriamente y con absoluta dignidad.

-Buenas noches, señores, pueden llamarme Spicciafuoco o simplemente camarero, ya que lo seré de ustedes esta noche. (Un momento, por favor, señora). Cada uno de ustedes se sentirá único, mas para mí son noventa comensales, y ya que la casa tan sólo me ha puesto al servicio a mí, pido encarecidamente que lo tengan en cuenta a la hora de sus exigencias. Por otra parte, y antes de que nadie ose explicarme mi trabajo, (señora, en un momento estaré con usted) deben saber que desde el momento en que entraron, ya me había extralimitado en mis funciones, ya que el contrato miserable que firmé exige de mí las funciones de un AYUDANTE DE CAMARERO, todo en mayúsculas en el original, aunque no encontremos en la sala camarero alguno a quien yo pueda ayudar. No obstante y considerando que ninguno de ustedes es responsable de la situación, haré todo lo posible, dentro de lo razonable, para que pasen una velada grata mientras estén sentados a esta mesa. (No, señora, por supuesto que no me he olvidado de usted, le ruego que me deje terminar con esta breve introducción y –acto seguido- le traeré la cerveza que tanto necesita). En otro orden de cosas, suele ocurrir en el momento de pagar lo consumido que dos o más personas discutan y se peleen por cargar con la cuenta. Yo siempre propongo una solución simple: que pague el que acostumbra dejar más propina. Y por último, señores, antes de darles la carta para que consideren qué ordenarán, les informo que a la hora de pasar los platos me rijo por un único criterio: (señora, creo que le interesará saberlo) el que más me hinche las pelotas será el último que coma.

miércoles, 2 de abril de 2008

Anotaciones de marzo


Marzo.

Ya sabemos todos que La-Vida-Es-Injusta. Lo que casi nadie tiene en cuenta es que es una suerte que así sea. Ya lo escribió Oscar Wilde para alguno de sus personajes y a mí me tocó pensar en esta extraña ley de las compensaciones que nos rige por misericordia de Dios. En estos pocos años que constituyen mi única experiencia en el mundo (fíjense lo joven que soy, que cuando nací ya habían muerto todos los artistas modernos: un mundo que acaba por Matisse en lugar de empezar por él…) la suerte me ha acompañado ahí donde no la merecía en absoluto, y en cambio donde de algún modo pude, no digo merecerla, pero sí acaso seducirla o al menos lograr su interés, es ahí donde ni siquiera se dignó a mirarme. En la vida de cualquiera, la suerte juega un papel mucho más importante del que creemos, del que queremos creer. A mí me dio gratuitamente una familia extraordinaria (en todo sentido), amigos de los que ya no hay, y más cerca en el tiempo, una mujer a la que no conseguiré adjetivar sin quedarme lejísimos de lo que sería apenas justo. En cuanto a trabajo, en cambio, Fortuna me gambeteó con holgura y siempre me encontré desempeñando funciones muy por debajo de mi capacidad (lo que coloquialmente llamamos un laburo de mierda). En definitiva: me salió un negocio redondo. En cuestiones importantes recibí mucho más de lo que hubiera sido injusto; y en materia profesional, tal vez apenas menos de lo justo.

Hay gente –últimamente muchísima- para quienes su vida gira en torno a lo que llaman su carrera. No sólo es para ellos lo más importante de su vida, sino que a veces se ha convertido en lo único importante: su carrera. También la suerte ha jugado aquí su papel determinante conmigo (esta frase es más profunda de lo que parece, está vinculada casi directamente al párrafo anterior): a mi no me pasa. Lo más importante de mi vida es mi vida, no mi carrera. Fundamentalmente porque no me gusta correr. O por cosas más serias, quién puede saberlo. El hecho es que carezco de carrera, lo que no quiere decir que no la tenga, sino –simplemente- que carezco de ella. (El chiste es de Woody Allen, aunque aplicado a la esencia de la realidad). Y mi vida abarca varias cosas de máxima importancia: una serie de relaciones humanas, unos pocos intereses intelectuales, unas cuántas inquietudes espirituales, algunos proyectos que a primera vista parecen imposibles, una lucha que vuelve a empezar cada día y para peor es cruel y es mucha, y una pregunta que me acosa desde mi primera juventud: ¿Cómo hacer para vivir como un bacán y no laburar sin que ello implique vender el alma, aunque últimamente no la esté usando mucho? Pero no me animaría a llamar a nada de eso mi carrera. A ver, contame, vos que estás tan preocupada por lo que es bueno o malo para tu carrera ¿a qué te dedicás? Pregunta uno, pensando que en una de esas esta chica investiga métodos para desmaterializar el armamento de todas las naciones, idea artefactos para lavar las culpas o propone decretos que prevean penas de cárcel para los organizadores de Operación Triunfo.

-Soy modelo.

-Andá a lavarte las patas.

Domingo

Me levanto, me ducho, me afeito, desayuno y salgo a correr una hora. Es cierto que no me gusta, pero cuando uno vive como yo conviene estar entrenado, porque en cualquier momento, creeme, habrá que salir corriendo.

Mediodía. Una construcción en papel. Después está la música, el tiempo, guitarras y bajos y filtros. El tiempo. Y está Borges recitando con su aburridísima cadencia “la música, esa misteriosa forma del tiempo”.

Lunes, pero parece domingo.

Y me acordé de Tuñón, aunque siempre está presente. De Tuñón el poeta, Raúl González Tuñón, que amaba las viejas catedrales, recuerdos de un tiempo que no tuvimos, de cuando las cosas se hacían bien, para siempre, con materiales perdurables. De cuando los pintores se tomaban cuatro o cinco años para hacer un cuadro y los libros de poesía se publicaban con índice de primeros versos, incluso en su edición más económica. Y pensé en esas otras catedrales más cercanas en el tiempo, esas otras catedrales hechas de palabras como la obra de Leopoldo Marechal, esas catedrales de tiempo y de sonido que son la obra de Monk y de Piazzolla, esas otras catedrales ágiles como poemas pero firmes y sólidas como un lugar que conozco. Yo sé de un patio en Palermo que aguanta sólido y firme cuando todo se derrumba. Y también, como Tuñón, amo las viejas catedrales.

Jueves

Acá va un texto alentador (El autor es demasiado evidente como para nombrarlo).

“Balkh Nishapur, Alejandría; no importa el nombre. Podemos imaginar un zoco, una taberna, un patio de altos miradores velados, un río que ha repetido los rostros de las generaciones. Podemos imaginar asimismo un jardín polvoriento, porque el desierto no está lejos. Se ha formado una rueda y un hombre habla. No nos es dado descifrar (los reinos y los siglos son muchos) el vago turbante, los ojos ágiles, la piel cetrina y la voz áspera que articula prodigios. Tampoco él nos ve; somos demasiados. Narra la historia del primer jeque y de la gacela o la de aquel Ulises que se apodó Es-Sindibad del Mar.

El hombre habla y gesticula. No sabe (otros lo sabrán) que es del linaje de los confabulatores nocturni, de los rapsodas de la noche, que Alejandro Bicorne congregaba para solaz de sus vigilias. No sabe (nunca lo sabrá) que es nuestro bienhechor. Cree hablar para unos pocos y unas monedas y en un perdido ayer entreteje el Libro de las Mil y Una Noches.”


Sábado.

En estos días arranqué con un trabajo que tenía atrasado desde hace (¿puede ser?) diez años. Digamos que empecé de una vez a grabar aquellas viejas canciones, canciones que con el tiempo se me han hecho prácticamente indescifrables. Se ve que en aquella época se me daba por hablar del dolor y cosas por el estilo. ¿Cómo haría? Yo en realidad y por suerte no tengo ni la más puta idea de lo que es sufrir. Ni quiero tampoco averiguar demasiado, eh.

Miércoles.

Pero qué plomo esta gente, por Dios ¿de dónde la sacan? Han convertido su aspecto físico en algo tan importante que se indignan cuando uno no advierte su paso por la peluquería o lo bien que les cae la camisa. Lo juzgan tan importante que creen que para todos debería tener la misma importancia, pero no el aspecto de cada uno sino el de ellos mismos, pretenden imponernos la obligación de notar cada detalle como si su aspecto físico fuera un homenaje preparado para todos. Acaso lo sea, un acto altruista para que la convivencia resulte a todos más agradable, la idea parece hasta buena, pero me parece que en ese caso no habría que ostentarlo. Y para peor este homenaje me resulta de mal gusto. ¿Qué concepto tendrán éstos de elegancia? ¿Y yo? ¿qué concepto tengo de elegancia? Nunca me lo planteé, pero se me ocurre que tiene mucho que ver con la naturalidad; aunque no deberías hacerme caso, yo siempre fui más bien reo. Pero con toda naturalidad.

Viernes Santo.

Las solemnes procesiones andaluzas deben su origen a una antigua tradición porteña: Desde los más remotos orígenes, en pequeño corso festivo y con paso de murga, puede verse a los penitentes (nunca en grupos mayores que de a dos) por la calle Serrano hacia la parroquia San Francisco Javier, repitiendo la siguiente copla:

SOLISTA: Vamo’ a ver si procuramo’
CORO: Vamo a ver si procuramo’
SOLISTA: Del Señor Resucitado
CORO: del Señor Resucitado
SOLISTA: El perdón de los pecaaaaaaaaaadooooooooooooooos
CORO: ¡Vamo’ a ver si procuramo’!
TODOS: Ea ea ea ea

Domingo de Pascua

Otra copla, porque es tradición:

A la huella, a la huella
José y María
Van a Belén cantando
Por bulerías

Y mi tía Ana María, recitando divertida:

Queridas liebres de Pascua
que traen huevos magnificós
pero nos tienen en ascuas:
no sabemos si son para nos.

Extraordinario.