sábado, 29 de diciembre de 2007

Palabras de fin de año


Hijo mío, también hay otra gente. Para ellos cada nuevo día no es una maravilla por explorar –como para nosotros- sino más bien todo lo contrario: una suerte de horrible sacrificio lamentable. No se levantan de un salto en cuanto despiertan, dispuestos a exprimir el nuevo día irrepetible, lleno de posibilidades, tal como hacemos tú y yo. Ellos se quedan en la cama hasta que se les hace imposible permanecer allí, y sólo entonces se incorporan murmurando amargamente mientras abren los ojos, las once ya, carajo. Y tras una pausa breve, la puta que lo parió, agregan, con el gesto de quien realizara un esfuerzo sobrehumano. No tienen nada que ver con nosotros: no aman al prójimo, no. Ni siquiera a sí mismos. Los rige el riguroso precepto de que el prójimo es un hijo de puta hasta que se demuestre lo contrario. E inclusive aunque se demuestre lo contrario. Debemos tener mucha piedad para con ellos, hijo mío, ya que no pueden -no podrán nunca- enfrentar la vida con alegría y entereza de espíritu. Se arrastran por sus días como si cargaran un peso bestial en los hombros o en el alma, no como nosotros, y cualquier vínculo humano los aterra: se muestran huraños para no generarlos. No conocen a sus vecinos, y si el ascensor obliga al diálogo jamás saludarán como tú o como yo, hijo -qué tal, cómo le va, vecino- sino que escupirán, seguramente, alguna frase en el estilo de hoy es jueves, el peor día. Esto no debe asustarnos, hijo mío, debemos compadecernos de ellos ya que son perfectamente incapaces de ser felices, incluso hasta de concebir la felicidad. A veces alcanzan algo parecido a la paz, generalmente por la noche, siempre que se encuentren solos, y sobre todo cuando nada amenaza con interrumpir esa soledad. Son hombres y mujeres solitarios que aborrecen del género humano y consideran que el cariño, la ternura y la misericordia son meras reacciones químicas. Se perfeccionan, sin embargo, día a día, en los sentimientos más viles, creyéndolos en rigor los únicos auténticos, y se regocijan en ellos como si se odiaran. Por eso beben tanto. No beben –como nosotros- para festejar o para olvidar: beben para destruirse. Se sienten responsables de todas las miserias del universo, porque su pecho a todas las encierra. Son como dostoievskis sin biromes ni cuadernos, pero sobre todo son como dostoievskis desganados. A ellos debemos quererlos mucho, hijo mío. Debemos quererlos igual que al resto de las personas. Ahora descansa, es buena hora para dormir. Al despertar será ya un nuevo año, infinito en posibilidades maravillosas, enorme en potenciales milagros. Descansa, hijo mío, que mañana si Dios quiere desayunaremos un suculento pannettone y, tal vez también, acaso, un poquito de turrón.



***

viernes, 28 de diciembre de 2007

Anotaciones de diciembre


Domingo; diciembre, hasta el cielo se ha puesto a llorar.

Siempre me llamó la atención que los diarios publicaran un suplemento llamado Negocios, por ejemplo, o tal vez Mercado. O Dinero en este caso. Evidentemente alguien lo lee, si no no se publicaría. Y tantas páginas. Hoy, por curiosidad, lo abrí y me puse a hojearlo: Bolsas: de nuevo en pié (!); Crudo en caída libre (!!); Ferrovial pide pista para despegar (la cotización cae un 22,9 % en lo que va del año) (¡¡!!). El ladrillo se impone en India (?). Crece la “burbuja” de Dubai (???). Sigo pasando las páginas y de pronto hay una nota que parece más legible. Es una nota sobre la ley antitabaco y su repercusión en la Empresa, con mayúscula. Una de las cosas más notables que nos cuenta es que cada fumador le cuesta a la empresa más de 1500 euros al año, gastos que se originan de la pérdida de productividad derivada de las pausas para fumar. Yo no se qué clase de imbécil llega a esta conclusión; sospecho que se trata del Creso del que nos alertaba Marechal, el homo economicus, algún empresario intolerante negrero hijo de puta, que muy pronto empezará a contratar únicamente a no fumadores solteros o viudos, huérfanos (para que no pierdan el tiempo llamando por teléfono a su familia) y sin aficiones de ningún tipo (para que no les moleste quedarse -si hiciera falta- un rato más), fanáticos del laburo y de la productividad de la empresa del jefe (para que lo hagan incluso encantados). Y que no tomen café. Ni paren para almorzar. Incluso se les podría poner un catre ahí al lado del escritorio, para evitar el riesgo de un atasco o un accidente. Punto y aparte. En un curso muy elemental de psicología (cuarto año, Hermano Constancio, creo que era o estaba loco) nos enseñaron que tan sólo se puede prestar atención durante cuarenta o cuarenta y cinco minutos. Tras ese lapso el rendimiento mental disminuye notablemente, por lo que conviene estimular la pausa (en el colegio, el cambio de clase, por ejemplo; en el fútbol, el entretiempo; en el laburo, el cigarrillo). Habría que ver si a Creso no le sale más a cuenta dejar a la gente fumar su puchito en paz esos cinco minutos, “regalarle” esos 1500 mangos anuales (una especie de aguinaldo) y aceptar el rendimiento del resto de la jornada. Los que no fuman también deben hacer sus pausas. Pero para ellos la nota reserva otro párrafo. Transcribo: Diferencias entre compañeros (eso a modo de título). El no fumador se siente discriminado: no hace pausas y cobra lo mismo. Para fumar. No hace pausas PARA FUMAR. Seguramente hace pausas, sólo que pasan desapercibidas. Y si en realidad no hace pausas, que las haga. Yo -en principio- desconfío de quien no hace pausas. Y mucho más de quien no hace pausas y encima lo hace notar. Y mucho más del que estuvo rompiendo las pelotas durante toda la vida porque le molestaba el humo, y ahora que han exiliado a los fumadores tras la puerta de calle, para que respire sin miedo, se queja de que labura más y cobra lo mismo. A él dedico mi sentido mensaje: ANDÁ A LAVARTE LAS PATAS. Porque un trabajo incesante de más de ocho horas al día, SIN PAUSAS, como asegura este no fumador de la nota, tan antipático, solo puede llevar al tabaquismo, al alcoholismo o a la idiotez. Y ya que hemos llegado hasta acá, ¿no habrá sido a raiz del estrés y de las complicaciones surgidas del entorno de la empresa, querido Creso, que a este trabajador que ahora dilapida sus mil quinientos miserables euros anuales le dio por fumar? En la situación de este pobre hombre yo me hubiera dado no ya al tabaco sino más bien a la bebida o acaso a las drogas duras; y se me ocurre que si tuviera que aguantar por jefe a un tipo que calcula cuánto le cuestan al año mis breves pausas, me encontraría ya en los arrabales del suicidio. Y qué demanda le enchufaría, amigo Creso. Así que agradezca, conténtese con lo que tiene y deje al prójimo vivir en paz; que con muchísimo menos nos arreglamos nosotros y llenamos las plazas de alegres canciones.


Martes.

Hoy se lo vió a Bush saltando en una pata tras la derrota de Hugo Chavez en el plebiscito que intentaba hacer posible la reelección indefinida. Por supuesto no dejó de hacer notar que esta derrota de Chavez es un triunfo de la Democracia, así con mayúscula, supongo. Algo bueno tiene que haber en las intenciones del presidente venzolano, cuando el hombre más peligroso del mundo y el peor enemigo de nuestros hijos sale por televisión a festejar su fracaso.

Viernes.

“El inconveniente de una vida histriónica como la mía
es que, por debajo de cierta cifra mínima,
el número de calorías requerido a diario
para retrasar la muerte por inanición
me exige servir mesas en Taco-pus...”

Woody Allen

Me temo que debería haber sido más claro cuando dije que quería ser como Kandinsky pero al revés. Desde entonces no he dejado de recibir todo tipo de cartas ofensivas, calumniosas e incluso amenazantes por parte de algunos admiradores, discípulos, o meros familiares del maestro ruso, a juzgar por las señas (Sr. González). Se me ha malinterpretado: Me gustaría que conste que cuando hice mi declaración no estaba pensando en modo alguno en su obra, sino más bien en su vida profesional. Todos sabemos que Wassily Kandinsky, troesma indiscutido en lo que se refiere a teoría de la abstracción en arte plástico, más o menos fundador de la pintura abstracta diremos no geométrica, para diferenciarla de algún modo de la que practicaron Mondrian y sus secuaces, y diremos también conciente, para oponerla al resultado fortuito -muchas veces más bello- que obtiene un niño de alrededor de dos años tras enfrentarse a una hoja en blanco con las manos llenas de pinturas y plasticolas de colores; autor de ensayos teóricos tan interesantes como Sobre lo espiritual en el arte o Del plano, el punto y la rayita; todos sabemos -decía- que el troesma Wassily Kandinsky, también llamado el tano, era músico en su tiempo libre. No bastándole con ser un pintor cotizado (yo supongo que más a raíz de sus novedosas teorías que de sus ejercicios prácticos), cuando decidía que había concluído su trabajo, cachaba la viola y se marcaba unos tangazos de la vieja guardia. O acaso sentábase al piano y componía deliciosas piezas, quién puede saberlo. Merced a su ensayo mencionado más arriba, Sobre lo espiritual en el arte, sabemos que sus ideas sobre pintura están muy vinculadas a los principios de la música, especialmente al concepto de ritmo. Tal vez allí radique la clave para entender por qué, como el propio maestro aseguraba, la ejecución de sus Composiciones era tan minuciosa y lenta: para mí que se ponía a tocar el arpa. Después pasaba la factura como horas de laburo (estos tipos son así, unos fenómenos). Espero que quede claro, a esto me refería con lo de ser como Kandinsky pero al revés: yo quiero ser -profesionalmente- músico, y en mis ratos libres pintar, lo que ya resulta dificil a los sesenta y tres años aunque recién cumplidos. Pintar y escribir Sobre lo espiritual en el arte, o mejor una novela (¿Colmillo Blanco?).

Oh maestro Kandinsky,
que como los dioses pensaste y supiste pintar,
y que riéndote del mundo viviste
-incorregible melancolía secreta la de tu alma-
vendiendo unos cuadros de mierda,
ruega por nosotros.

Martes.

En la tarde de hoy, diversos medios se hicieron eco de una noticia que conmovió hondamente a la bohemia rioplatense: El uruguayo Gonzalo Arribúa, de veintiocho años de edad, fue detenido anoche en el aeropuerto internacional de Barajas (Madrid), tras desembarcar de un vuelo procedente de Buenos Aires, cuando intentaba introducir en el país -mediante un doble fondo de su maleta- DIEZ KILOS de dulce de leche. Aunque deberá exlicarlo ante las autoridades el día jueves, fuentes no oficiales aseguran que el cargamento estaba destinado únicamente al “consumo personal”.

Lunes, la desgracia.

Habrá que apechugar, dijo el gobierno, y yo me acordé de un canto de Copani en el que dice de “los consejos del que nos gobierna y ajusta sus cuentas con mi cinturón”. (Mensaje para las nuevas generaciones: denle bola a Copani). Por fortuna los especialistas ya han encontrado soluciones: tras haber estudiado el tema en profundidad, recomiendan servir, para la comida de Navidad, conejo, a € 2,80 el kilo, en detrimento de alimentos más caros. Y no dejar propinas. Es increíble la de guita que uno deja en propinas, a mí me alcanzaría para pagar la segunda hipoteca (la que tuve que sacar para poder pagar la primera) si no fuera tan generoso con los amables camareros que me atienden día a día cuando a las once de la mañana me siento al solcito en la terraza del Hotel Ritz y pido mi media docena de ostras y mi botella de champagne. Es una suerte contar con estos consejeros expertos que el gobierno pone a nuestra disposición y que oportunamente nos iluminan con soluciones insospechadas. Yo, por mi parte, inspirado en estas ideas, desarrollé un pequeño organigrama para intentar salvar la crisis en mi familia: dejaré el whisky de malta y la cocaína exclusivamente para el fin de semana, evitaré los taxis en beneficio del metro y no sacaré el coche para hacer menos de un kilómetro y medio; los zapatos de Prada que suelo regalar sin motivo a mis amantes los reservaré exclusivamente para sus cumpleaños, y me entretendré con ellas en lugar de irme de putas.

Parece joda, pero a mí entender, aquí donde vivo la gente adolece de un mal que en casa se conoce con el nombre de querer cagar más alto de lo que les da el culo. Es cierto que no hace mucho que estos tipos salieron de una guerra durante la cual las pasaron bien canutas, así que posiblemente estén intentando desquitarse, andá a saber. Antes de empezar con estas interpretaciones con las que seguramente me ganaré la antipatía de unos cuántos quiero dejar en claro un par de cosas: 1) soy partidario de pasarlo lo mejor posible mientras se pueda, y 2) pero no a cualquier precio. Y otra cosa: espero que nadie asuma que estoy hablando de una inteligencia superior cuando escribo preocupación intelectual. Bien, ahora veamos si puedo encararlo de una manera más o menos satisfactoria: al menos hasta donde yo recuerdo -y es cierto que las cosas pueden haber cambiado mucho a partir del menemismo- en la Argentina las diferencias sociales estaban marcadas por la guita mucho menos de lo que uno cree. Yo pertenecía a una clase media que siempre corrió la coneja, pero había ciertos conocimientos, cierta manera de ser, cierta cultura general y cierto humor particular que nos incluía -aún pobres como éramos- dentro de la clase media. Más que por la guita, la diferencia estaba en una cierta inquietud intelectual que le era completamente imposible a la clase baja, que tenía televisores mucho mejores que el nuestro. Y también por otra cosa: una mezcla de risa e irritación ante lo que mi viejo llamó acertadamente el mediopelismo intelectual. Aquí en España, por el contrario, las clases sociales no están tan diferenciadas como allá, y sus fronteras son puramente económicas. Con más o con menos guita, casi siempre son todos unas bestias apocalípticas, dicho esto con todo cariño y si el menor asomo de menosprecio. En los varios años que llevo por acá, creo que al único tipo que conocí que (desde cierta óptica) valiera la pena fue a Vicente Martinez, oriundo de un pueblo de la Mancha, cincuentón, de una cultura exquisita. Trabajaba como responsable de mantenimiento en un hotel de Andorra. Igual que en todos lados, acá manda la guita, pero al no haber otras cosas con las que entretenerse, se hace muchísimo más triste. Las conversaciones giran siempre en torno a lo mismo: “Fulanito sí que sabe: se ha embolsado treinta millones en una semana” (todavía hablan en pesetas, o en duros: te dividen por cinco pero son incapaces de comprender que la moneda ha cambiado), “Anoche fuimos a cenar a un sitio, carísimo, pero lo bien que hemos comido”, “el Paco ha cambiado el coche, ¿lo has visto? Cinco millones”. Como dejé claro en el párrafo anterior, soy un digno representante de la clase baja; mileurista cuando consigo laburo, suelo estar en contacto con gente de la misma condición, aunque más constantes: trabajadores, como quiso Juan Perón. Y yo los veo vivir como si no tuvieran problemas de guita ni de moral, lo que sería estupendo si en verdad no los tuvieran: desayunan y almuerzan en los bares, cambian el auto cada dos años, compran ropa permanentemente y a partir del día quince te están pidiendo cigarros. Y no se cómo aguantan hasta el día quince. También fomentan su pasión por vicios más caros, pero ese es otro asunto en el que no quiero involucrarme, a ver si después de todo aparte de pelado me estoy volviendo moralista. A mi me resulta bastante deprimente relacionarme con la gente en general y con la que me toca trabajar en particular, no tanto por mi finísima cultura ni por mis elevados pensamientos: es que si hablamos de guita, yo siempre salgo perdiendo. Y ahora si me disculpan, tendré que abandonar: debo prepararme para afrontar una ardua tarea intelecutual. (Intentaré explicarme el éxito de Maná).

Viernes.

Quién sabe, pibe, no sé si estoy muy de acuerdo. Uno trata con imbéciles todos los días sin que este trato nos brinde el menor provecho. En mi caso uno de estos imbéciles es quien me retiene durante interminables horas a cambio de un salario paupérrimo, pero no creo que nadie pueda tirar la primera piedra cuando lo que se está acusando es el trato con imbéciles. Nadie. Entonces recapacitemos: Si cualquiera de estos imbéciles con los que tratamos habitualmente cada tanto nos comprara un cuadro (y tratando con la cantidad de imbéciles con la que trato, previendo que cada uno de ellos me comprara sólamente un cuadro en su vida, yo no alcanzaría jamás a producir tanto), si nos pagara por un cuadro lo suficiente para no tener que preocuparnos durante seis o doce meses en hacer otra cosa que pintar ¿no estaríamos haciendo en realidad un buen trato?. Todos los tratamos, y no es que los tratemos mal, pero solo algunos consiguen un buen trato.

Domingo.

Estado vegetativo:

El invierno ha sido cruel con mi pequeño jardín, trayendo consigo efectos devastadores a los que sólo sobreviven penosamente una cuarta parte de las plantas (entre las que se cuenta el rabanito de la maceta grande, que a fuerza de voluntad adoptó formas de aloe vera y ahora ha sacado un palo largo que ostenta una suerte de flor en la punta ¿qué será?). Es probable que a más del clima, haya influído de algún modo el hecho de mi parcial abandono, ya que con estos ofris no me he ocupado de reglarlas tan asiduamente como solía. Hemos perdido para siempre a seis o siete, me apena confesarlo. Otras tantas están en proceso, o acaso se han acurrucado de ese modo para aguantar la helada, lo ignoro. Pronto acabará el invierno y podremos estudiar mejor sus efectos, el resultado total. Vendrá la primavera y florecerán los tallos, bailarán los olores atrayendo a los insectos, y volverá la vida a mi humilde balcón. Ni nos acordaremos de este invierno de mierda y contemplaremos otra vez la naturaleza en todo su esplendor. Y así se habrá cumplido el ciclo del que ya nos hablaba el Rey León.

Viernes.
"Pero ¿quiénes son los errantes
esos que huyen más que nosotros mismos? (...)
caen del aire resbaladizo como si estuviera engrasado
a la alfombra cada vez más gastada por su salto eterno,
a esta alfombra perdida en el cosmos."
Rainer María Rilke

Día de los inocentes, un día como cualquier otro desde que los redondos dejaron de tocar. No obstante la fecha es buena para hacer un balance del año.

De los objetivos que me planteé (y asumí en voz alta frente a unos cuántos testigos) de cara al año pasado no he logrado concretar ninguno, aunque solo fueran dos. Como excusa puedo decir, en primer lugar, que no eran fáciles.También debería inculpar a un cambio de lo más violento ocurrido este año con respecto a mi forma de vivir. Desde que abandoné mi Buenos Aires querido, un otoño del año 2002, había andado eludiendo toda posibilidad de asentamiento o estabilidad. De la sierra nevada granadina hasta el pirineo andorrano, pasando por diversos pueblos de la costa mediterránea sin dejar de lado las islas baleares, había estado haciendo equilibrio en todas partes sin dejar de pertenecer a la Ciudad y el Rio de mi patria. Iba por donde me tocara ir, pero sabiendo que al otro lado del mar había una ciudad de la que aún formaba parte, donde estaba mi casa, mi familia, mis amigos y mis libros, la casita de mis viejos a la que volvería un día vencido y en la que escucharía a la vieja con esos ojos nublados por el llanto preguntarme ¿por qué, por qué tardaste tanto?. Durante estos años estuvo siempre presente la sensación de que, anduviera por donde anduviera, el pobre equilibrista pertenecía a Buenos Aires. Pero al instalarse en una ciudad ajena, al poner allí su casa que esta vez el viento no derrumbará en unos pocos meses, el equilibrista asume sin remedio que ya no pertenece a ninguna parte. El equilibrista se desespera, y el peso de sus objetivos no logrados lo empujan al suicidio, que afortunadamente no fue lo que ocurrió. En mi caso simplemente fracasé en mi proyecto, lo que no me impide tener una idea general del mundo ni presumir de que así y todo sigo aquí, vivito y haciendo equilibrio.

También es una buena fecha para plantearse nuevos objetivos, pero no aquí. (Mientras escribo, veo por la ventana y con cierta incredulidad, que mi vecina se ha desnudado por completo. Para colmo está bastante buena. Apago la luz para que no me descubra y pienso que es un aporte interesante por si en el futuro surgiera algún inconveniente en el consorcio.)

sábado, 15 de diciembre de 2007

Anotaciones de noviembre


Un jueves.

Apuntes para optimizar los días

Es sabido que el mundo es un lugar injusto. Hay quienes nacen pobres, quienes nacen con guita e incluso quienes como nosotros nacen en una situación más o menos intermedia, tirando un poco o bastante hacia uno u otro extremo. Existe sin embargo un punto en el que la distribución es equitativa: como hace notar mi viejo, todos tenemos el mismo tiempo: 24 hs por día. Creo que vale la pena sentarse unos minutos a intentar organizarlo del mejor modo posible.

En mi caso lo óptimo sería levantarme sobre las 7:00 hs. Empleando 30 minutos entre la ducha y el café (mientras oigo las noticias en la radio), me quedaría media hora hasta el momento de salir para el trabajo, 30 minutos para dedicar a la lectura, por ejemplo.

Sin ninguna duda y habiendo probado también el tranvía, resolví que el medio más adecuado para moverme por la ciudad es la bicicleta. Además de ahorrar tiempo y guita, no contamina, el viaje es mucho más agradable, se ejercita un poco el cuerpo -que si no termina oxidándose- y se oxigenan los fuelles llenándose de este aire urbano y mañanero, un aire mediterráneo seguramente viciado. Me encanta. Conviene aprovechar el trayecto para oír música, otra actividad necesaria día a día, de esparcimiento y gozo intelectual y hasta físico. Hay que tener cuidado porque en la ciudad en la que vivo recientemente han instaurado una normativa de tránsito que prevé multas para los ciclistas que conducen con auriculares, circulan por las aceras o pasan semáforos en rojo. De cualquier manera no hay que asustarse, llevo algunos meses ejercitando estas prácticas y hasta el momento no ha repercutido en modo alguno. Es importante que no nos quiten este momento de música, perfectamente posible durante el trayecto en bicicleta, ya que entre este viaje y el de vuelta tendremos cubierta la cuota necesaria para la supervivencia del alma en estos tiempos en que tanto culto se rinde al trabajo embrutecedor. (Dos veces al mes o una vez por semana –acaso en algún momento del domingo- habrá que dedicar un rato a renovar la música del walkman, para evitar acostumbrarnos o cansarnos de ella. Parece una tontería, pero hay que lograr que este viaje en bici no se nos vuelva una rutina, sino que debemos ser capaces de disfrutarlo, ya que por la mañana es casi el único momento que puede resultar completamente agradable antes de empezar a trabajar, y a la vuelta, por la tarde, será un momento de desentumecimiento cerebral para despejar la cabeza y poder seguir con una serie de actividades que nos serán más gratas. Lo mejor es cargar música variada, aunque en el momento de la carga nos sintamos anímicamente más dispuestos a oír especialmente alguna, ya que conservaremos estos discos al menos una semana y durante su transcurso necesitaremos todo tipo de ritmos y melodías. El estado actual de mi dispositivo es el siguiente: 1: The London Collection (Monk); 2 y 3: La argentinidad al palo (Bersuit Vergarabat); 4 Miguel Hernández (Serrat); 5: The London years (Rolling Stones); 6: Acido argentino (Hermética); 7: Jam Session (Cahrlie Parker); 8: Miscelánea (Matienzo); 9: The essential (Dylan); 10: La camorra (Piazzolla).). ¿Es necesario decir que –por supuesto- durante el viaje en bici la música deberá sonar a un volumen razonable, que nos permita más o menos intuir lo que ocurre ahí al lado, y que además debemos conducir con atención y campaneando bien debute?

Serán las 8:30 hs. y habrá que empezar la jornada de rendimiento (¿RENDIMIENTO?) económico. Hasta las 17:00 pasaremos unas cuantas horas prácticamente perdidas, sin más provecho que un sueldo de hambre. Habrá que encarar la jornada con buen ánimo e intentar sacarla adelante del mejor modo posible, Serán las 8:30 pero no habrá que afligirse demasiado, habremos hecho ya unas cuántas cositas importantes en la hora y media que llevamos levantados.

Durante el lapso que sigue habrá algún momento aprovechable, pero resulta imposible preverlo y planificarlo en esta hoja, así que me saltearé esta tediosa parte del día. Saliendo sobre las 17:15 hs (nunca a las cinco, como correspondería), estaré llegando a casa sobre las seis menos veinte, quizá antes. Como durante el viaje anduve relajado y sin prisas, ayudado por la música y el aire del camino debería terminar el trayecto con la cabeza bastante fresca, por lo que me bastará un ratito para tomar café y ponerme en actividad a las seis en punto.

De los pobres momentos de los que dispongo, creo que este es el más adecuado para dedicar a la creación y la práctica musical: tocar, componer, grabar. Más tarde podría resultar molesto para los vecinos, pero ajustando una hora y media entre las 18 y las 19:30 todos los días podría ir avanzando de a poco sin necesidad de agotarme en jornadas larguísimas y muy esporádicas, como venía haciendo hasta ahora.

A las 20:00 empieza Pasapalabra, un programa de televisión que tiene su gracia; pero como la parte interesante, llamada “el rosco final”, no va hasta las nueve menos veinte, hay allí más de una hora para escribir boludeces o mejor una novela, dibujar e investigar los espacios, la forma, el color, la materia, y tomar apuntes plásticos para posteriores creaciones geniales, u otra cosa relacionada con mis berretines artísticos.

Tras los quince o veinte minutos de televisión hay dos variantes: cocinar, casi nunca, ya que el recurso del sauguchito evita todo tipo de molestias, o retomar la actividad recientemente abandonada. Casi mejor: leer o estudiar física cuántica. Habrá que ir viéndolo a lo largo de la semana, quizá un día una cosa, otro otra, estos son meros propósitos acaso inalcanzables. Sobre las diez de la noche, ya están jugando otros factores: hay algunos días de tele: lunes C.S.I., jueves House, antes tenía muchos más, pero los cretinos te cambian la programación sin previo aviso y te dejan culo pa’l norte, con el control remoto en la mano, viendo boludeces, al final perdiendo el tiempo, lo que resulta muy ajeno al espíritu de esta nota. Ahí va: los días que no haya programación interesante, aprovecharé para ponerme al día con el apolillo, una siestita de un par de horas hasta que llegue la bruja. Vida de familia hasta las dos de la matina. Las tres como mucho. Tres y cuarto. Y antes de acostarse, no olvidarse de poner el despertador a las siete.

Este sería el plan de acción de entre semana, exceptuando los dos días de descanso de Vilches o Berutti, ya olvidé como la llamaba. En esos días pasearemos, cortaremos flores de los jardines públicos y privados para regalárnoslas, correremos por la playa agarrados de la mano y en cámara lenta con un atardecer de fondo y al llegar a casa –al lado de la chimenea- haremos el amor. De lunes a viernes el planning quedaría más o menos así:

7:00 hs: Arriba, al viorsi, el feca.
7:30 hs: Cachá los brolis.
8:10 hs, a más tardar: Ejercicio físico y gozo mental.
8:30 hs: Laburancia
17:15hs: Tranquilo viaje de vuelta al hogar escuchando tal vez a Thelonious Monk.
18:00hs: Grabación.
19:30hs: Desarrollo de berretines artísticos varios.
20:40hs: “El Rosco Final”
21:00hs: Alimentación.
21:03hs: Estudio teórico (Quizá debo buscar una materia más afín a mi espíritu inquieto ¿enfermería? ¿historia del automovilismo?). Lectura en general.
22:00hs: t.v. o siesta, dependiendo ya no tanto de mí sino de la programación. En los cortes me da por leer, pero ya doy por terminada la jornada de acción metódica en cuanto apoyo el culo en el sillón. Ya estoy en situación de descanso. Y en posición de flor de loto. Es curioso, me ocurre, no puedo evitarlo.

Ahí está mi semanita más o menos organizada, que es lo que necesitaba. Orden es progreso, Ronaldinho lo sabe mejor que nadie. El fin de semana no sé, tal vez lo prevea en otra nota.

Por la noche, si aún dispusiéramos de un ratito, siempre se puede ir a ver mujeres hermosas bailando desnudas en el puticlub.

NOTA: Una de las cosas fundamentales para emprender casi cualquier tipo de actividad consiste en tener a mano bastante hielo y una botella de whisky. De no disponer de hielo el vino tinto es una buena variante.

Viernes.

Unos versos que me han estado torturando durante la semana por su contundente sentido común. Se trata de esta interesante reflexión que Rivero cantó mejor que nadie:

¿No ves, che policarpo, que hoy el que pierde
es el que suda y cincha para comer?
¡prendete en un final de bandera verde!
Si no te salva un pingo ¿quién lo va a hacer?
¡tirate un lance, la suerte es loca
como la boca
de una mujer!

Domingo.

El viento trae una copla.

Norma número uno: jamás contarás un sueño. Apéndice a la norma número uno: ni siquiera cuando sea recurrente. Ejercicio número uno: Me veo con mis amigos saliendo de una ciudad importante y desconocida (tal vez Zurich, tal vez París, tal vez Londres, tal vez no) por una carretera grande. Venimos en un Audi A6, ponele, o algún otro auto de características parecidas. En realidad somos cuatro o cinco los que venimos en el auto, pero dentro del sueño esos cuatro o cinco representan a TODOS mis grandes amigos. Es un día nublado y gris, sin embargo nosotros estamos de un perfecto estado anímico, una tranquilidad entusiasta que solo da la verdadera alegría. Estamos muy contentos de estar juntos porque hemos dejado de vernos regularmente hace varios años, al desparramarnos por el mundo; y ahora en cualquier lugar del planeta volvimos a encontrarnos y estamos saliendo de la ciudad quién sabe hacia dónde, posiblemente a hacer un asadito en las afueras. Pero estas son puras especulaciones, en el sueño venimos saliendo como dije de una ciudad importante y desconocida, por una carretera grande, un día nublado en un Audi A6 cuyo motor no hace ningún ruido, y de pronto, cuando en el estéreo empiezan a sonar unos tambores, uno de nosotros sube perceptiblemente el volumen del aparato. Hay una emoción muy grande en el ambiente, algo que está ahí, a punto de estallar; siento un escalofrío de lo más dulce cuando el pelado dice: “y no olvidé nada / que plantamos ilusión / en la pampa mojada…”, y adivino la piel de gallina en mis compañeros. Eso que amenazaba con explotar en cualquier momento lo hace pronto, cuando en sus versos finales el dolape canta: “y hoy me tengo que inventar, / si soy argentino”. Entonces me despierto con el “lelelelei lelelei leleleile leleile…”, me afeito, desayuno y empiezo el día con alegría y sencillez. Mi vida no ha cambiado mucho desde que sueño estas cosas; sigo exactamente igual: corro, salto, voy y vengo; siempre haciendo equilibrio.

Lunes.

Se viene una semanita dura. Tener muy presente la siguiente máxima: Haciéndose el boludo resulta relativamente fácil conseguir para uno mismo ciertas ventajas que le están completamente vedadas a las personas normales.

Martes.

Siguen con lo de Chavez. Es increíble. Desde el incidente entre el tirano y el rey, todos los canales han sacado a sus reporteros a la calle a reclutar opiniones al respecto. En España están muy ofendidos por la actitud del mandatario venezolano, que por este mero acto se ha ganado el odio de toda la población. Parece que la situación en la que se vió el monarca ha sido un ultraje o una violación para el pueblo ibérico, tan sencible. Lo que llama la atención es que unos días antes de la cumbre iberoaméricana, unos cuantos de los que ahora se ofenden andaban por las plazas quemando fotos de la realeza sin que a nadie le importara gran cosa, es decir, intentaron llevar el tema a los medios, pero no sucitó la reacción de nadie, a los pocos días pusieron en libertad a los chicos que habían quemado las primeras fotos ( a los autores de actos parecidos durante los días siguientes ni siquiera se molestaron en detenerlos) y todo como antes. Salvo que apraeció Chavez, le dijo al rey cuatro cosas, lo sacó un poco de quicio, y la sociedad española puso el grito en el cielo. Que no vengan de afuera a tocarnos los huevos, se oía. Y mucho menos si son sudacas, coño.

Viernes.

Hoy me estaba acordando. Un día, hace años, mi hermanita Mariu me pidió que le enseñara un poema, petición que no dejó de sorprenderme. Una poesía, me dijo. Juamba, ¿vos sabés una poesía? Yo le enseñé esta joyita de Cortázar que transcribo a continuación, se la enseñé porque me pareció hermosa y porque la consideré la menos adecuada para enseñarle a Mariu, es decir, si no se la enseñaba yo ¿llegaría a conocerla? El final del poema, de lo más emotivo, son estos melancólicos versos libres:

Para algunos todo es igual
mas yo no quiero a racing
no me gusta la aspirina
resiento el paso de los días
puteo algunas veces y me dicen
qué le pasa amigo
viento norte, carajo.

Jueves.

Ultimamente me irrito con suma facilidad en el trabajo. Tanto que estuve pensando en pedir un estudio psicológico o psiquiatrico a fin de averiguar si todo sigue en orden acá adentro. Tengo discusiones muy fuertes con mis superiores prácticamente todos los días y más de una vez estuve a punto de abandonar mi puesto de trabajo, aunque preferiría que me despidan. Me pongo como loco, un poco porque la situación lo exige, y bastante porque noto ciertos resultados en el trato posterior. Es decir, a partir de mis reacciones un poco desproporcionadas, me joden lo mínimo indispensable, que muchas veces es nada. El otro día la encargada me dijo: Tu aparentas ser tranquilo pero cuando te desatas eres un huracán. Me hizo gracia. Araca que ahí viene el Huracán. Y the boss, el temido jefe, el puto amo, en un momento de tranquilidad tras la discusión: Juan, es que tu tienes muy mal genio. Y yo, desaforado:

-¡¡¡¿¿¿Ah si???!!! ¡¡¡Ahora resulta que tengo mal genio, la puta que te parió!!!

Viernes.

Como cantaba O' Connor con ese timbre tan particular que Burattini aplicaba a canciones como “Bandoneón arrabalero”, “todos barremos con saña a los ídolos caídos”.

Compañeros de trabajo, horrible situación para empezar una historia de amor, pero al menos indicaba que teníamos algo en común: los jefes. No sería mucho pero era algo, y resultaba bastante alentador teniendo en cuenta mis tentativas inmediatamente anteriores: una separatista vasca vinculada de algún modo a Batasuna, una bailarina de streap-tease y una fanática de Chayanne. No costaba mucho ver que el vínculo entre mi compañera y yo era mucho más cercano

Me fuí haciendo ciertas ilusiones, aquella mujer me gustaba mucho y durante días la consideré motivo suficiente para levantarme cada mañana con la sonrisa más sana y menos sarcástica de mis cosechas, una sonrisa sin el menor asomo de ironía, una sonrisa de pura alegría que dificilmente ofrece este espíritu descreído, y mucho más dificilmente a primera hora del día. Me hizo entrar como un gil: no mostró defecto alguno (defecto grave) durante cuatro días, lo que es mucho tiempo para un tipo observador. Al quinto, antes de poner un disco me pregunta:
-¿Te gusta Maná?-. Se me quedó la cara de piedra. Miré un poco hacia arriba, como si considerara la pregunta o intentrara recordar algo, rescatar de un caos mental cualquier canción del grupo. O un poco también al costado. Acaso miré hacia arriba como de costado. Pausa ya larga.
- Oh amor- recité como para mí- Oh amor-. No encontraba otro verso. En seguida agregué:
-Sí, son buenos.
Entonces supe que tenía que escuchar un disco de Hermética. Lo necesitaba, ya me estaba sonando en la cabeza.
-Pero va a ser mejor escuchar algo de Paul Anka- dije. -Ahora vengo, voy a buscarlo.

Y asumí un nuevo fracaso.

martes, 27 de noviembre de 2007

Anotaciones de Octubre


Un martes, 0ctubre de 2007.




Nocturno A mi Barrio

“Alguien dijo una vez que yo me fuí de mi barrio...
¿Cuándo? Pero ¿cuándo me fuí? Si siempre estoy llegando
y si una vez me olvidé,
las estrellas de la esquina de la casa de mi vieja,
titilando como si fueran manos amigas,
me gritaron ¡Gordo! ¡Gordo!
¿Adónde vas? Quedate acá.”

Nací en Buenos Aires, capital del país más lindo del mundo, para ver el mundial de fútbol.
Los primeros años los pasé por San Cristóbal.

La plaza quedaba bastante lejos pero íbamos seguido, pobre vieja. Hay fotos que lo documentan.

De aquella época tengo muy pocos recuerdos, y eso que aún no bebía.

Después nos fuimos al barrio, pero dejá que te cuente:

Marcelo tenía verdulería en frente de casa. Al lado estaba el francés con su taller mecánico. En la esquina de la pizzería, hubo en una época un trabuco que vendía helados en invierno y galletitas en verano, al revés que todo el mundo. Si cruzabas la esquina en diagonal -cosa que nunca conviene, ya que resulta bastante peligroso- te dabas de frente con el kiosko y librería escolar, esas librerías que podrían llamarse de cualquier otra manera, ya que venden de todo menos libros. Antes de llegar a la esquina de Serrano, viniendo de Juan B. Justo por Cabrera, abrió durante uno o dos años la heladería Tucán, una de las primeras cadenas que se aventuró en el barrio, antes incluso que Chichilo (en la placita, donde hoy está Brujas, aunque creo que duró menos de un mes) o que Coto. Los bares estaban más bien sobre la plaza, que -dicho sea de paso- se llamaba Racedo (El Taller, la Cantina la Placita -que se la llevó el progreso-, el Crónico...) aunque también había dos muy parecidos en las esquinas de Thames y Cabrera y en la de Cabrera y Gurruchaga. Eran los típicos bares donde se reunen los viejos a jugar a las cartas o al dominó, o -simplemente- a desayunar ginebras. Sobre el estaño balanceábanse los embutidos. También hubo una jugetería, durante varios años, justo en frente de casa, donde hoy están los Tres Corazones Chinos. Una juguetería a todo culo. Qué lindo: todos los días a la vuelta del colegio cruzábamos un rato a ver los pleimóbiles. Durante aquellos años, en Palermo viejo nadie hablaba de Holywood ni del Soho, eran lugares remotísimos que no despertaban ningún interés. El barrio que yo recuerdo estaba lleno de malandrines, pero era un barrio lindísimo. No había tantos restaurantes ni estaban tan bien puestos, tenés razón; pero en los patios sonaban los malvones, coqueteaban las guitarras y florecían las pebetas. El barrio en el que crecimos tenía calles de adoquines y árboles gigantes, y una Feria del Trueque donde la guita no valía nada. Era uno de los últimos barrios de Buenos Aires donde uno aun podía sentarse en la vereda una noche de enero y ver el cielo ancho lucir sus Tres Marías y su Cruz del Sur. A finales de noviembre, cualquier tarde, el gallego sacaba a pasear a la murga y rompían las pelotas hasta abril. Sin parar. Y estaba Juan el de la calle Honduras, que parecía un pájaro mitológico cantando extrañas canciones. Y Yacumín, el carbuña de la esquina, que tenía las hornallas llenas de hollín, y que jugó siempre de jas izquierdo al lado mío, siempre, siempre. Tal vez pa estar más cerca de mi corazón. Estaba el kiosko del Pochi, que nos abastecía con birras y vinos hasta altas horas de la madruagada, porque las noches lo exigían. A veces aparecía el negro Galindez e incluso otros peores, pero era un barrio lindísimo. Aquello ha cambiado mucho, pero esa plaza Cortázar empezó a llenarse convocada por nuestras golas y nuestras guitarras, esa placita Serrano sabe bien que fuimos su historia irrepetible, sus promotores desinteresados, sus protagonistas. Por supuesto que no circulaba la guita que circula ahora, ya se sabe que la bohemia y la miseria siempre van de la mano, pero era un barrio lindísimo. No estaría tan prolijito, pero era mucho más nuestro. Más modesto, más auténtico. Era mucho más mío.

Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio. En realidad, ya se sabe, siempre estoy llegando. Y si una vez me olvidé, la radio de la cocina de mi vieja, apretando como si fuera una mano amiga me dijo ¿Adónde vas? Quedate en Buenos Aires. Claro que los argumentos que me daba a continuación no eran lo bastante convincentes. Es decir, que todavía vendan la foto de Gardel no me pareció motivo suficiente. Ya lo cantaba por ahí hace cuarenta años un pibe flaco, de rulos: times they are changing. Por lo demás aquí estoy, un poco más lejos, un poco más viejo, pero siempre haciendo equilibrio.



Del miércoles.

Esta tarde llegó Vilches, mi mujer, trayéndome de regalo una caja descomunal. Nos conocemos desde la escuela primaria, de ahí que aún la siga llamado por su nombre de soltera. Faltó poco para que me pusiera a llorar de la alegría mientras desenvolvía el enorme paquete, emocionado y ansioso. Adentro había un televisor de plasma espectacular, de 42 pulgadas, con una imagen y un sonido incomparables. Alucinante.

Yo me desilusioné un poco: había creído que era un bandoneón.



Del viernes.

Debería plantearme con seriedad el hecho de abstenerme por completo del tabaco. ¿O mejor debería dejar de fumar?

Por la noche.

Empiezo a beber y fumo. ¿Debo dejar también la bebida? ¿Debo dejar la bebida antes que el cigarrillo? De otro modo ¿qué me matará antes?

Martes.

Picasso: un hijo de puta. Bethoveen: un chiflado insufrible. Van Gogh un loco de la guerra (casi mata a Gaugin). Piazzolla, un cretino; Lautrec: borracho y putañero. Goya: medio pajero, creo. ¿Lennon? Se enamoró de Yoko Ono. Gómez: ¿quién es?; Rodin… ¡volvió loco al propio Rilke! A lo mejor Rilke sería un ejemplo, no sé… habría que investigarlo mejor.

OBJETIVO Nº 1: Seré el primer genio cuya conducta haya sido intachable a lo largo de toda su vida.

Miércoles.

Me levanté sobre las 7:30 hs. El primer contacto con la realidad resultó frío. Mientras preparaba el café la radio confirmó mis percepciones: 6 cº en Barcelona.

Por la noche.

Tendré que hablar muy seriamente con mis vecinos, a ver qué está pasando con sus conexiones a Internet. Ya hace más de diez días que la mula está descargando una versión de El Libro en arameo antiguo y no termina de bajar. (Te encontrás cada cosa en la red)

Jueves.

Fracaso absoluto del OBJETIVO Nº 1: ya saltaron cuatro o cinco cositas. Plantearme un nuevo objetivo.

Viernes.

Qué lindo sería escribir, no sé, por ejemplo:

La noche compadre se ha ido a baraja
Y pinta la guía del sol en el cielo,
La luna es la bruja fulera que raja
Y el sol una rubia que se suelta el pelo.

El sol es la diana que trae la alegría,
La suave alegría de la vida nueva,
La pilcha caliente que se pone el día
Cuando sale triste de su oscura cueva.

El sol es el poncho del pobre que pasa
Mascando rebelde blasfemias y ruegos
Pues tiene una horrible tragedia en su casa:
Tragedia de días sin pan y sin fuego.

Nosotros gorriones del hampa gozamos
Tu amistad sincera en días de farra,
¡qué importa la guita si adentro llevamos
El alma armoniosa de veinte guitarras!

Nosotros cantamos con nuestra miseria
El himno a los libres del verso sonoro
Sin tenerle envidia al canto de histeria
Del pobre canario de la jaula de oro.

Nos queman las alas las luces del centro
Por eso el suburbio tranquilo buscamos
Y cuando una pena nos talla por dentro
Cantamos más tristes, pero igual cantamos.

La vida fulera tan mistonga y maula
Nos talló rebeldes como los gorriones
Que mueren de rabia dentro de la jaula
Y llenan las plazas de alegres canciones
.
Marchamos sin norte, sin rumbo marchamos
Sin que el desconsuelo nos clave sus garras
¿qué importa el camino si adentro llevamos
El alma armoniosa de veinte guitarras?

Qué lindo sería escribir algo así, y qué lindo además, que al tiempito, lo cantara Gardel. No sólo haberlo escrito sino además oírlo cantado del mejor modo posible. No nos ocurrirá nunca, por supuesto; pero es bueno saber que hacia el ‘26 hubo un tipo al que sí; uno que conoció la alegría insuperable de escribir algo hermoso y enseguida la alegría inigualable de oírlo cantado por el Zorzal. Se llamaba Eduardo Pereyra, creo que no lo conoce nadie. Y mejor. Total la fama es puro cuento.

Del sábado.

Estado vegetativo:

Las plantas evolucionan favorablemente, aunque la naturaleza se está comportando de un modo algo extraño en el balcón. El malvón que vino seco y sin esperanzas de vida ha dado cualquier cantidad de hojas peludas y empieza a florecer. Las hiedras crecen de a poco pero implacablemente. El jazmín del cabo se recupera con vehemencia de un mal creo que anímico (yo también abandonado me encontraba en el bulín). El ficus que traje hace unos meses como un palo sin gracia podado brutalmente por un gil, se ha convertido en la planta más grande y saludable del balcón. Si bien la azalea no está atravesando su mejor momento, una especie de rosa china a la que en casa llamamos Amores de Estudiante porque sus flores duran invariablemente un día se ha llenado de hojas y flores, y apunta alto. Los alcauciles estaban buenos, con aceite y vinagre. Una planta para mí veraniega, cuyas flores se abren cuando empieza a oscurecer (¿”Dama de noche”?), planta que cuando llegó parecía una acelga en mal estado, ha alcanzado lo que parece ser su máximo esplendor. También aquel arbustito -que yo juzgo del tiempo de los dinosaurios y los helechos- crece saludablemente. La menta está creciendo por tercera o cuarta vez en lo que va del año, tras haberse secado por completo antes dos o tres veces, respectivamente, lo que me hace sospechar que se trata de una planta que da varias cosechas anuales. Deberíamos aprovecharlas para infusiones y tal vez probar el fumo, a ver qué resulta.

En el interior destacan por tamaño e ímpetu el potus, la yuca y el lazo de amor. Por el color y la forma destaca Matisse, la que está con el potus en la estantería alta. Las violetas africanas están sacando cualquier cantidad de hojas nuevas, pero han dejado de dar flor. Hay una especie de palmerita que no anda bien, hace meses que la vengo siguiendo pero no logro comprender sus necesidades. El resto va tirando, para no aflojar.

OBSERVACIONES: El rabanito de la maceta grande se decidió por un aspecto de aloe vera, pero crece. Amores de Estudiante conserva últimamente sus flores durante dos y hasta tres jornadas. La Dama de Noche no cierra ya sus flores durante el día. La azalea amenaza una segunda floración anual. Las siemprevivas parecen estar echando raíces.

INTERROGANTES: ¿Será a raíz del efecto invernadero?

Del domingo

Hace tiempo que pienso una versión de Libertango bastante menos solemne que las acostumbradas. Habría que probar una secuencia de bajos que empezara cada compás de la estrofa con las siguientes notas: La/Si/Re/La/Do/Si/Re/Mi/etc. La letra, por supuesto, la de Arribúa.

Am Am
Antes yo era Gardel,/ ahora soy Leguisamo
E/B E/B
Antes yo era Gardel,/ ahora soy Leguisamo
Dm Dm
Antes yo era Gardel,/ ahora soy Leguisamo
Am Am
Antes yo era Gardel,/ ahora soy Leguisamo
C C
Antes yo era Gardel,/ ahora soy Leguisamo
B B
Antes yo era Gardel,/ ahora soy Leguisamo
Dm Dm
Antes yo era Gardel,/ ahora soy Leguisamo
E E
Antes yo era Gardel,/ ahora soy Leguisamo.



Pocos instrumentos, quizá sólo dos guitarras y cantor. El resultado deberían poder tocarlo dos pibes que se juntan a zapar en una pieza. El solo que lo tarareen: tararaaaaaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii / tarararaaaaaaaaaaaaai / taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaai /tairarairaraaaaaaaaaa...

Es un reto que dejo para las generaciones futuras; yo ya tengo bastante con administrar mi sueldo miserable para llegar a fin de mes, y tratar de entender unas pinturas cubistas.