sábado, 13 de junio de 2009

La Previa

"A la huella, a la huella
José y María,
Yo no soy de estos pagos,
yo soy de Arriba"


-No te preocupes, pelado- me decía mi viejo la madrugada de aquel dieciocho de enero de 1978, acariciando el vientre redondo e hinchado de mamá, que era entonces mi morada- Vas a ver lo rápido que acaba.

Yo estaba decidido a no abandonar mi sitio sin dar pelea, propósito para el que me había acomodado en la placenta en posición de flor de loto con la intención de dificultar la salida todo lo posible y –ya que estaba- me enrosqué el cordón umbilical en dos vueltas alrededor del cuello, amenazando seriamente con suicidarme si alguien osaba por cualquier medio interrumpir mi tranquilidad. Fue la primera de una serie larga de amenazas no cumplidas que efectuaría a lo largo de mi vida, generalmente relacionadas con el suicidio si no permitían que engullera otra porción de rojel, otro helado "Patalín", al menos otro flancito.

-Todo esfuerzo es inútil, pelado. Al final, de un modo u otro, te terminan agarrando estos cretinos. Lo tienen muy estudiado… ya lo han hecho mil veces, qué te creés.

Afuera el panorama no parecía muy alentador. Estaban pasando cosas graves. Por otra parte, yo siempre fui muy conservador: desde que soy un embrión, cualquier cambio me aterra. Y dejar el cálido vientre de mamá para asomarme a un mundo en el que unos ponían bombas, otros se llevaban gente sin mediar ningún registro (gente que de pronto dejaba de existir, simplemente desaparecía) y el resto hacía lo que podía para vivir como pudiera, escapando de unos y de otros, no era lo que podríamos considerar "un cambio menor". Por suerte pronto se disputaría el mundial ahí mismo, donde yo iba a nacer, lo que de algún modo me alentó a aflojar un poco, si se quiere, la resistencia.

-Después vendrá otro, y luego otro más… y como mucho en unos veinte mundiales esto debería haber acabado. Con suerte, antes. En serio, pelado, así de golpe te parece mucho, pero vas a ver que ni te das cuenta- Lo importante era no perder el foco, saber en todo momento, desde el principio, que estábamos de paso, que no nos quedaríamos mucho acá entre los hombres, que ni siquiera el fútbol, ni la patria, ni la política tenían un sentido del todo trascendente. Sólo quizá el amor, estaba pensando el Viejo y yo lo absorbí de algún modo. Pero todavía era muy chico para comprender estas cosas, no había siquiera nacido.

-No te preocupes, pelado- me decía, acariciando el vientre redondo e hinchado de mamá- la vida pasa volando. Yo te lo bato ahora porque me parece que cuanto antes lo sepas, mejor. Se viene un camino duro pero corto. Y, sobre todo, necesario. No hay otra manera de volver a Casa. Antes lo tenían más fácil: así de ángeles hacían- dijo juntando hacia arriba las puntas de los dedos- Pero en algún momento se acabó la joda. Ahora rige lo de ganarse el pan con el sudor de la frente, una cagada... es como un requisito para volver a Casa. Pocos ángeles quedan, pelado. Apenas se te cruzará alguno, con suerte, a eso de los veinte años. Parecen minas normales, sabés, hasta que en un momento determinado, les deschavás la veta angélica. Si te toca esa suerte, te recomiendo que la cuides; esa es otra de las cosas que van ayudando a vivir. Como bien dice el Salmo:

"Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias,
Sabe que la lucha es cruel y es mucha
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina"

-El subrayado es mío- aclaró- porque lo de la fe y la esperanza no es moco de pavo. De cualquier modo, pelado, con un poco de entereza de ánimo, te vas a cagar de risa. Nunca nada es tan jodido como parece. Se trata de darle a las cosas su importancia real. Ir tirando con alegría y optimismo. ¿En qué basamos nuestro optimismo? En que el Viejo quiere que volvamos a su Casa, y se va a encargar de que no pifiemos el camino. No vale hacerse el boludo, por supuesto. Hay que darle bola. Y entonces sí podremos ser optimistas.

Desde hacía un rato que los enfermeros intentaban interrumpir su disertación para llevar a mamá a la sala de partos, pero mi viejo había conseguido siempre sacárselos de encima. Ahora que intentaban abrir la puerta mediante el eficiente recurso de la fuerza bruta, trabó el picaporte con el respaldo de una silla, miró el reloj y le pidió a mi madre "un minutito más, para ir redondeando". Mamá, agonizando por los dolores propios de su estado, asintió con la cabeza.

-Pero metele- rogó.

-Bueno, pelado, acá me están apurando pero no quería dejar de explicar algo con respecto al optimismo:

-Vas a cruzarte, seguro, con algunas chicas jóvenes que todo lo ven de un modo irracionalmente favorable. "Todo irá bien" jurarán ante los peores pronósticos, aún cuando nada avale su teoría. "Sssaldrásss adelante, lo presssiento" repetirán ante la adversidad más evidente (pronuncian unas eses tremendamente exageradas, juntando los dientes al decirlas y asintiendo con los ojos cerrados, es espantoso) "¡Hagamos el asado!" reclamarán sonriendo bajo un nubarrón de la gran puta. Estas chicas son muy macanudas, pelado, pero no te confundas: no son optimistas. No. Son pelotudas. No han entendido nada. Profesan un absurdo optimismo terrenal, un optimismo insignificante que no aporta solución alguna. Apenas consiguen, a veces, que se las coja algún hombre deprimido. Es la gente que se alegra al ver que aún les queda media botella.

-Tampoco te será fácil evitar al pesimista mundano. Se trata de hombres tristes, viejos en años y en vicios, deshechos por la amargura y por la bebida. Dan todo por perdido desde el principio y desprecian cualquier rapto de entusiasmo. Sus principales cualidades son el egoísmo, el resentimiento y la necedad. Los reconocerás por la soberbia mirada indiferente y el gesto inconfundible de estar oliendo mierda. Jamás se han detenido frente a un atardecer lleno de pájaros, les molesta horriblemente la cercanía de los niños, el olor del limonero, el canto de las Sirenas, la existencia del avión. Viven con la cabeza gacha, la vista perdida en el fondo del vaso. Sus muchos pesares y sus poquísimas dichas son o fueron meramente materiales. Ellos son quienes se apenan al ver que ya se han tomado media botella y no consiguen olvidar.

-Por otra parte, pelado, hay hombres y mujeres que han sabido que el mundo es un lugar de paso. Intuyeron que el optimismo terrenal es padre de las peores depresiones, por lo que restan toda importancia al mundo material. Simplemente hacen lo que les toque, lo hacen lo mejor que pueden, se caen y se levantan, no quieren tampoco a Racing, no les gusta la aspirina, putean algunas veces y les dicen qué le pasa amigo. "Resistimos como podemos, sin esperanza alguna de victoria mundana", parecen decir con sus actos. O, simplemente, "viento norte, carajo". Un optimismo metafísico los redime de su absoluto pesimismo terrenal. "La vida es cosa jodida- aseguran- pero se acaba enseguida". Lo único que esperan de ella es que se acabe, porque saben que recién entonces volverán a la Casa del Viejo. Auguran las peores posibilidades para estos días en la Tierra, pero no viven amargados como el pesimista mundano, sino que restan toda importancia al asunto porque tienen la mirada en otro lado. Son quienes al descubrir que han bebido media botella, beben lo que les queda, separan el vidrio para reciclarlo y no se detienen nunca a pensar en el asunto de la mitad llena o la mitad vacía.

Entonces los enfermeros consiguieron tirar la puerta abajo y llevaron a mi madre directamente al quirófano para practicarle una cesárea. Más que nada porque al bebé se le había enroscado el cordón umbilical alrededor del cuello y corría el riesgo de ahorcarse durante el parto, pero también por la posición de flor de loto en la que venía.

-¡Algo inusitado!- se asombró la partera.

-Además será pelado- vaticinó papá.

***

4 comentarios:

Ángeles dijo...

¿Seguís publicando? ¿no ves que nadie te da bola? safá...

jaime (sutil) dijo...

Angeles: cerrá el orto

J.B.M. dijo...

¡Angeles! Yo ya no puedo dormir...

GATO dijo...

Buenisimo, loco, buenisimo!!!!