jueves, 13 de agosto de 2009

Pesadilla con moraleja

Ya no podía llorar, porque había habido demasiada agua y sal en su desgracia, pero se despertaba de noche, varias veces, asustado, agitado. Y solo. En realidad no era miedo lo que le provocaba aquella pesadilla recurrente porque el miedo tiene que ver con lo desconocido, y él sabía muy bien cómo acababa. Era una angustia hondísma que hacía foco justamente en eso, en el final irremediable de la pesadilla.

Entonces se levantaba, porque en la cama estaba la manifestación más evidente del dolor, la ausencia imposible de la mujer a quien había amado y el horror de las formas oníricas de su angustia. ¿Cómo quedarse en esa cama de pronto tan ancha que lo devolvía una y otra vez al mar tumultuoso, a la respiración agitada, a las imágenes entrecortadas del agua y la superficie, a la arena en los ojos, a los fragmentos visuales de otro cuerpo a la deriva, de manos y pies desesperados pataleando sin sentido, a la muerte de una mujer a quien había amado y que ahora faltaba al lado suyo?

Era el momento de servirse algo fuerte. Tres o cuatro vasos anchos, llenos e inútiles. No había salida. Porque ahí empezaba la otra pesadilla, la de la conciencia: el viento pesado y caliente de un miércoles a la tarde, hace años, la gran idea de bajar a la playa, el primer encontronazo con el mar embravecido.

Ella dijo tengo miedo.

Él dijo no pasa nada.

Creyó que el miedo había que vencerlo luchando contra él; que enfrentarla con su miedo la haría más fuerte. Quería sacarle de una vez el miedo, hacerla libre.

Ella dijo no sé nadar.

Él dijo no pasa nada.

Sólo había que avanzar un poco; éste es el peor lugar, María, estamos justo donde rompen las olas. Había que cruzar esa última línea de ruptura; ¿ves cómo está de tranquilo ahora?

Ella dijo tengo miedo.

Él dijo no pasa nada.

Ella dijo no hago pié.

Y él bueno, volvamos un poco.

Y lo intentaron; pero el mar cuando quiere es una bestia, un animal gigante tragándose de golpe todo lo que uno ama.

Ella dijo pide ayuda.

Después sobrevino una larga pesadilla hasta la muerte. Un exilio del mundo de los hombres, un acostarse a morir.

*


3 comentarios:

Un martes dijo...

Ja! Otra vez esta hablando del faso...

Aries dijo...

Che, te cambio la letra, no?

J.B.M. dijo...

Es que me jodí la muñeca y estoy escribiendo con la zurda.

En realidad no sé que moco me mandé metiéndole mano al código html. Se me armaron unos cuántos quilombos, según vi, pero más o menos los estoy corrigiendo. Espero poder resolverlo en algún momento.