miércoles, 2 de abril de 2008

Anotaciones de marzo


Marzo.

Ya sabemos todos que La-Vida-Es-Injusta. Lo que casi nadie tiene en cuenta es que es una suerte que así sea. Ya lo escribió Oscar Wilde para alguno de sus personajes y a mí me tocó pensar en esta extraña ley de las compensaciones que nos rige por misericordia de Dios. En estos pocos años que constituyen mi única experiencia en el mundo (fíjense lo joven que soy, que cuando nací ya habían muerto todos los artistas modernos: un mundo que acaba por Matisse en lugar de empezar por él…) la suerte me ha acompañado ahí donde no la merecía en absoluto, y en cambio donde de algún modo pude, no digo merecerla, pero sí acaso seducirla o al menos lograr su interés, es ahí donde ni siquiera se dignó a mirarme. En la vida de cualquiera, la suerte juega un papel mucho más importante del que creemos, del que queremos creer. A mí me dio gratuitamente una familia extraordinaria (en todo sentido), amigos de los que ya no hay, y más cerca en el tiempo, una mujer a la que no conseguiré adjetivar sin quedarme lejísimos de lo que sería apenas justo. En cuanto a trabajo, en cambio, Fortuna me gambeteó con holgura y siempre me encontré desempeñando funciones muy por debajo de mi capacidad (lo que coloquialmente llamamos un laburo de mierda). En definitiva: me salió un negocio redondo. En cuestiones importantes recibí mucho más de lo que hubiera sido injusto; y en materia profesional, tal vez apenas menos de lo justo.

Hay gente –últimamente muchísima- para quienes su vida gira en torno a lo que llaman su carrera. No sólo es para ellos lo más importante de su vida, sino que a veces se ha convertido en lo único importante: su carrera. También la suerte ha jugado aquí su papel determinante conmigo (esta frase es más profunda de lo que parece, está vinculada casi directamente al párrafo anterior): a mi no me pasa. Lo más importante de mi vida es mi vida, no mi carrera. Fundamentalmente porque no me gusta correr. O por cosas más serias, quién puede saberlo. El hecho es que carezco de carrera, lo que no quiere decir que no la tenga, sino –simplemente- que carezco de ella. (El chiste es de Woody Allen, aunque aplicado a la esencia de la realidad). Y mi vida abarca varias cosas de máxima importancia: una serie de relaciones humanas, unos pocos intereses intelectuales, unas cuántas inquietudes espirituales, algunos proyectos que a primera vista parecen imposibles, una lucha que vuelve a empezar cada día y para peor es cruel y es mucha, y una pregunta que me acosa desde mi primera juventud: ¿Cómo hacer para vivir como un bacán y no laburar sin que ello implique vender el alma, aunque últimamente no la esté usando mucho? Pero no me animaría a llamar a nada de eso mi carrera. A ver, contame, vos que estás tan preocupada por lo que es bueno o malo para tu carrera ¿a qué te dedicás? Pregunta uno, pensando que en una de esas esta chica investiga métodos para desmaterializar el armamento de todas las naciones, idea artefactos para lavar las culpas o propone decretos que prevean penas de cárcel para los organizadores de Operación Triunfo.

-Soy modelo.

-Andá a lavarte las patas.

Domingo

Me levanto, me ducho, me afeito, desayuno y salgo a correr una hora. Es cierto que no me gusta, pero cuando uno vive como yo conviene estar entrenado, porque en cualquier momento, creeme, habrá que salir corriendo.

Mediodía. Una construcción en papel. Después está la música, el tiempo, guitarras y bajos y filtros. El tiempo. Y está Borges recitando con su aburridísima cadencia “la música, esa misteriosa forma del tiempo”.

Lunes, pero parece domingo.

Y me acordé de Tuñón, aunque siempre está presente. De Tuñón el poeta, Raúl González Tuñón, que amaba las viejas catedrales, recuerdos de un tiempo que no tuvimos, de cuando las cosas se hacían bien, para siempre, con materiales perdurables. De cuando los pintores se tomaban cuatro o cinco años para hacer un cuadro y los libros de poesía se publicaban con índice de primeros versos, incluso en su edición más económica. Y pensé en esas otras catedrales más cercanas en el tiempo, esas otras catedrales hechas de palabras como la obra de Leopoldo Marechal, esas catedrales de tiempo y de sonido que son la obra de Monk y de Piazzolla, esas otras catedrales ágiles como poemas pero firmes y sólidas como un lugar que conozco. Yo sé de un patio en Palermo que aguanta sólido y firme cuando todo se derrumba. Y también, como Tuñón, amo las viejas catedrales.

Jueves

Acá va un texto alentador (El autor es demasiado evidente como para nombrarlo).

“Balkh Nishapur, Alejandría; no importa el nombre. Podemos imaginar un zoco, una taberna, un patio de altos miradores velados, un río que ha repetido los rostros de las generaciones. Podemos imaginar asimismo un jardín polvoriento, porque el desierto no está lejos. Se ha formado una rueda y un hombre habla. No nos es dado descifrar (los reinos y los siglos son muchos) el vago turbante, los ojos ágiles, la piel cetrina y la voz áspera que articula prodigios. Tampoco él nos ve; somos demasiados. Narra la historia del primer jeque y de la gacela o la de aquel Ulises que se apodó Es-Sindibad del Mar.

El hombre habla y gesticula. No sabe (otros lo sabrán) que es del linaje de los confabulatores nocturni, de los rapsodas de la noche, que Alejandro Bicorne congregaba para solaz de sus vigilias. No sabe (nunca lo sabrá) que es nuestro bienhechor. Cree hablar para unos pocos y unas monedas y en un perdido ayer entreteje el Libro de las Mil y Una Noches.”


Sábado.

En estos días arranqué con un trabajo que tenía atrasado desde hace (¿puede ser?) diez años. Digamos que empecé de una vez a grabar aquellas viejas canciones, canciones que con el tiempo se me han hecho prácticamente indescifrables. Se ve que en aquella época se me daba por hablar del dolor y cosas por el estilo. ¿Cómo haría? Yo en realidad y por suerte no tengo ni la más puta idea de lo que es sufrir. Ni quiero tampoco averiguar demasiado, eh.

Miércoles.

Pero qué plomo esta gente, por Dios ¿de dónde la sacan? Han convertido su aspecto físico en algo tan importante que se indignan cuando uno no advierte su paso por la peluquería o lo bien que les cae la camisa. Lo juzgan tan importante que creen que para todos debería tener la misma importancia, pero no el aspecto de cada uno sino el de ellos mismos, pretenden imponernos la obligación de notar cada detalle como si su aspecto físico fuera un homenaje preparado para todos. Acaso lo sea, un acto altruista para que la convivencia resulte a todos más agradable, la idea parece hasta buena, pero me parece que en ese caso no habría que ostentarlo. Y para peor este homenaje me resulta de mal gusto. ¿Qué concepto tendrán éstos de elegancia? ¿Y yo? ¿qué concepto tengo de elegancia? Nunca me lo planteé, pero se me ocurre que tiene mucho que ver con la naturalidad; aunque no deberías hacerme caso, yo siempre fui más bien reo. Pero con toda naturalidad.

Viernes Santo.

Las solemnes procesiones andaluzas deben su origen a una antigua tradición porteña: Desde los más remotos orígenes, en pequeño corso festivo y con paso de murga, puede verse a los penitentes (nunca en grupos mayores que de a dos) por la calle Serrano hacia la parroquia San Francisco Javier, repitiendo la siguiente copla:

SOLISTA: Vamo’ a ver si procuramo’
CORO: Vamo a ver si procuramo’
SOLISTA: Del Señor Resucitado
CORO: del Señor Resucitado
SOLISTA: El perdón de los pecaaaaaaaaaadooooooooooooooos
CORO: ¡Vamo’ a ver si procuramo’!
TODOS: Ea ea ea ea

Domingo de Pascua

Otra copla, porque es tradición:

A la huella, a la huella
José y María
Van a Belén cantando
Por bulerías

Y mi tía Ana María, recitando divertida:

Queridas liebres de Pascua
que traen huevos magnificós
pero nos tienen en ascuas:
no sabemos si son para nos.

Extraordinario.

No hay comentarios: