lunes, 28 de abril de 2008

ALSO SPRACH SPICCIAFUOCO


Con un gesto nos indicó la mesa y recién cuando estábamos todos sentados, antes de ofrecernos la carta, habló seriamente y con absoluta dignidad.

-Buenas noches, señores, pueden llamarme Spicciafuoco o simplemente camarero, ya que lo seré de ustedes esta noche. (Un momento, por favor, señora). Cada uno de ustedes se sentirá único, mas para mí son noventa comensales, y ya que la casa tan sólo me ha puesto al servicio a mí, pido encarecidamente que lo tengan en cuenta a la hora de sus exigencias. Por otra parte, y antes de que nadie ose explicarme mi trabajo, (señora, en un momento estaré con usted) deben saber que desde el momento en que entraron, ya me había extralimitado en mis funciones, ya que el contrato miserable que firmé exige de mí las funciones de un AYUDANTE DE CAMARERO, todo en mayúsculas en el original, aunque no encontremos en la sala camarero alguno a quien yo pueda ayudar. No obstante y considerando que ninguno de ustedes es responsable de la situación, haré todo lo posible, dentro de lo razonable, para que pasen una velada grata mientras estén sentados a esta mesa. (No, señora, por supuesto que no me he olvidado de usted, le ruego que me deje terminar con esta breve introducción y –acto seguido- le traeré la cerveza que tanto necesita). En otro orden de cosas, suele ocurrir en el momento de pagar lo consumido que dos o más personas discutan y se peleen por cargar con la cuenta. Yo siempre propongo una solución simple: que pague el que acostumbra dejar más propina. Y por último, señores, antes de darles la carta para que consideren qué ordenarán, les informo que a la hora de pasar los platos me rijo por un único criterio: (señora, creo que le interesará saberlo) el que más me hinche las pelotas será el último que coma.

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