viernes, 28 de diciembre de 2007

Anotaciones de diciembre


Domingo; diciembre, hasta el cielo se ha puesto a llorar.

Siempre me llamó la atención que los diarios publicaran un suplemento llamado Negocios, por ejemplo, o tal vez Mercado. O Dinero en este caso. Evidentemente alguien lo lee, si no no se publicaría. Y tantas páginas. Hoy, por curiosidad, lo abrí y me puse a hojearlo: Bolsas: de nuevo en pié (!); Crudo en caída libre (!!); Ferrovial pide pista para despegar (la cotización cae un 22,9 % en lo que va del año) (¡¡!!). El ladrillo se impone en India (?). Crece la “burbuja” de Dubai (???). Sigo pasando las páginas y de pronto hay una nota que parece más legible. Es una nota sobre la ley antitabaco y su repercusión en la Empresa, con mayúscula. Una de las cosas más notables que nos cuenta es que cada fumador le cuesta a la empresa más de 1500 euros al año, gastos que se originan de la pérdida de productividad derivada de las pausas para fumar. Yo no se qué clase de imbécil llega a esta conclusión; sospecho que se trata del Creso del que nos alertaba Marechal, el homo economicus, algún empresario intolerante negrero hijo de puta, que muy pronto empezará a contratar únicamente a no fumadores solteros o viudos, huérfanos (para que no pierdan el tiempo llamando por teléfono a su familia) y sin aficiones de ningún tipo (para que no les moleste quedarse -si hiciera falta- un rato más), fanáticos del laburo y de la productividad de la empresa del jefe (para que lo hagan incluso encantados). Y que no tomen café. Ni paren para almorzar. Incluso se les podría poner un catre ahí al lado del escritorio, para evitar el riesgo de un atasco o un accidente. Punto y aparte. En un curso muy elemental de psicología (cuarto año, Hermano Constancio, creo que era o estaba loco) nos enseñaron que tan sólo se puede prestar atención durante cuarenta o cuarenta y cinco minutos. Tras ese lapso el rendimiento mental disminuye notablemente, por lo que conviene estimular la pausa (en el colegio, el cambio de clase, por ejemplo; en el fútbol, el entretiempo; en el laburo, el cigarrillo). Habría que ver si a Creso no le sale más a cuenta dejar a la gente fumar su puchito en paz esos cinco minutos, “regalarle” esos 1500 mangos anuales (una especie de aguinaldo) y aceptar el rendimiento del resto de la jornada. Los que no fuman también deben hacer sus pausas. Pero para ellos la nota reserva otro párrafo. Transcribo: Diferencias entre compañeros (eso a modo de título). El no fumador se siente discriminado: no hace pausas y cobra lo mismo. Para fumar. No hace pausas PARA FUMAR. Seguramente hace pausas, sólo que pasan desapercibidas. Y si en realidad no hace pausas, que las haga. Yo -en principio- desconfío de quien no hace pausas. Y mucho más de quien no hace pausas y encima lo hace notar. Y mucho más del que estuvo rompiendo las pelotas durante toda la vida porque le molestaba el humo, y ahora que han exiliado a los fumadores tras la puerta de calle, para que respire sin miedo, se queja de que labura más y cobra lo mismo. A él dedico mi sentido mensaje: ANDÁ A LAVARTE LAS PATAS. Porque un trabajo incesante de más de ocho horas al día, SIN PAUSAS, como asegura este no fumador de la nota, tan antipático, solo puede llevar al tabaquismo, al alcoholismo o a la idiotez. Y ya que hemos llegado hasta acá, ¿no habrá sido a raiz del estrés y de las complicaciones surgidas del entorno de la empresa, querido Creso, que a este trabajador que ahora dilapida sus mil quinientos miserables euros anuales le dio por fumar? En la situación de este pobre hombre yo me hubiera dado no ya al tabaco sino más bien a la bebida o acaso a las drogas duras; y se me ocurre que si tuviera que aguantar por jefe a un tipo que calcula cuánto le cuestan al año mis breves pausas, me encontraría ya en los arrabales del suicidio. Y qué demanda le enchufaría, amigo Creso. Así que agradezca, conténtese con lo que tiene y deje al prójimo vivir en paz; que con muchísimo menos nos arreglamos nosotros y llenamos las plazas de alegres canciones.


Martes.

Hoy se lo vió a Bush saltando en una pata tras la derrota de Hugo Chavez en el plebiscito que intentaba hacer posible la reelección indefinida. Por supuesto no dejó de hacer notar que esta derrota de Chavez es un triunfo de la Democracia, así con mayúscula, supongo. Algo bueno tiene que haber en las intenciones del presidente venzolano, cuando el hombre más peligroso del mundo y el peor enemigo de nuestros hijos sale por televisión a festejar su fracaso.

Viernes.

“El inconveniente de una vida histriónica como la mía
es que, por debajo de cierta cifra mínima,
el número de calorías requerido a diario
para retrasar la muerte por inanición
me exige servir mesas en Taco-pus...”

Woody Allen

Me temo que debería haber sido más claro cuando dije que quería ser como Kandinsky pero al revés. Desde entonces no he dejado de recibir todo tipo de cartas ofensivas, calumniosas e incluso amenazantes por parte de algunos admiradores, discípulos, o meros familiares del maestro ruso, a juzgar por las señas (Sr. González). Se me ha malinterpretado: Me gustaría que conste que cuando hice mi declaración no estaba pensando en modo alguno en su obra, sino más bien en su vida profesional. Todos sabemos que Wassily Kandinsky, troesma indiscutido en lo que se refiere a teoría de la abstracción en arte plástico, más o menos fundador de la pintura abstracta diremos no geométrica, para diferenciarla de algún modo de la que practicaron Mondrian y sus secuaces, y diremos también conciente, para oponerla al resultado fortuito -muchas veces más bello- que obtiene un niño de alrededor de dos años tras enfrentarse a una hoja en blanco con las manos llenas de pinturas y plasticolas de colores; autor de ensayos teóricos tan interesantes como Sobre lo espiritual en el arte o Del plano, el punto y la rayita; todos sabemos -decía- que el troesma Wassily Kandinsky, también llamado el tano, era músico en su tiempo libre. No bastándole con ser un pintor cotizado (yo supongo que más a raíz de sus novedosas teorías que de sus ejercicios prácticos), cuando decidía que había concluído su trabajo, cachaba la viola y se marcaba unos tangazos de la vieja guardia. O acaso sentábase al piano y componía deliciosas piezas, quién puede saberlo. Merced a su ensayo mencionado más arriba, Sobre lo espiritual en el arte, sabemos que sus ideas sobre pintura están muy vinculadas a los principios de la música, especialmente al concepto de ritmo. Tal vez allí radique la clave para entender por qué, como el propio maestro aseguraba, la ejecución de sus Composiciones era tan minuciosa y lenta: para mí que se ponía a tocar el arpa. Después pasaba la factura como horas de laburo (estos tipos son así, unos fenómenos). Espero que quede claro, a esto me refería con lo de ser como Kandinsky pero al revés: yo quiero ser -profesionalmente- músico, y en mis ratos libres pintar, lo que ya resulta dificil a los sesenta y tres años aunque recién cumplidos. Pintar y escribir Sobre lo espiritual en el arte, o mejor una novela (¿Colmillo Blanco?).

Oh maestro Kandinsky,
que como los dioses pensaste y supiste pintar,
y que riéndote del mundo viviste
-incorregible melancolía secreta la de tu alma-
vendiendo unos cuadros de mierda,
ruega por nosotros.

Martes.

En la tarde de hoy, diversos medios se hicieron eco de una noticia que conmovió hondamente a la bohemia rioplatense: El uruguayo Gonzalo Arribúa, de veintiocho años de edad, fue detenido anoche en el aeropuerto internacional de Barajas (Madrid), tras desembarcar de un vuelo procedente de Buenos Aires, cuando intentaba introducir en el país -mediante un doble fondo de su maleta- DIEZ KILOS de dulce de leche. Aunque deberá exlicarlo ante las autoridades el día jueves, fuentes no oficiales aseguran que el cargamento estaba destinado únicamente al “consumo personal”.

Lunes, la desgracia.

Habrá que apechugar, dijo el gobierno, y yo me acordé de un canto de Copani en el que dice de “los consejos del que nos gobierna y ajusta sus cuentas con mi cinturón”. (Mensaje para las nuevas generaciones: denle bola a Copani). Por fortuna los especialistas ya han encontrado soluciones: tras haber estudiado el tema en profundidad, recomiendan servir, para la comida de Navidad, conejo, a € 2,80 el kilo, en detrimento de alimentos más caros. Y no dejar propinas. Es increíble la de guita que uno deja en propinas, a mí me alcanzaría para pagar la segunda hipoteca (la que tuve que sacar para poder pagar la primera) si no fuera tan generoso con los amables camareros que me atienden día a día cuando a las once de la mañana me siento al solcito en la terraza del Hotel Ritz y pido mi media docena de ostras y mi botella de champagne. Es una suerte contar con estos consejeros expertos que el gobierno pone a nuestra disposición y que oportunamente nos iluminan con soluciones insospechadas. Yo, por mi parte, inspirado en estas ideas, desarrollé un pequeño organigrama para intentar salvar la crisis en mi familia: dejaré el whisky de malta y la cocaína exclusivamente para el fin de semana, evitaré los taxis en beneficio del metro y no sacaré el coche para hacer menos de un kilómetro y medio; los zapatos de Prada que suelo regalar sin motivo a mis amantes los reservaré exclusivamente para sus cumpleaños, y me entretendré con ellas en lugar de irme de putas.

Parece joda, pero a mí entender, aquí donde vivo la gente adolece de un mal que en casa se conoce con el nombre de querer cagar más alto de lo que les da el culo. Es cierto que no hace mucho que estos tipos salieron de una guerra durante la cual las pasaron bien canutas, así que posiblemente estén intentando desquitarse, andá a saber. Antes de empezar con estas interpretaciones con las que seguramente me ganaré la antipatía de unos cuántos quiero dejar en claro un par de cosas: 1) soy partidario de pasarlo lo mejor posible mientras se pueda, y 2) pero no a cualquier precio. Y otra cosa: espero que nadie asuma que estoy hablando de una inteligencia superior cuando escribo preocupación intelectual. Bien, ahora veamos si puedo encararlo de una manera más o menos satisfactoria: al menos hasta donde yo recuerdo -y es cierto que las cosas pueden haber cambiado mucho a partir del menemismo- en la Argentina las diferencias sociales estaban marcadas por la guita mucho menos de lo que uno cree. Yo pertenecía a una clase media que siempre corrió la coneja, pero había ciertos conocimientos, cierta manera de ser, cierta cultura general y cierto humor particular que nos incluía -aún pobres como éramos- dentro de la clase media. Más que por la guita, la diferencia estaba en una cierta inquietud intelectual que le era completamente imposible a la clase baja, que tenía televisores mucho mejores que el nuestro. Y también por otra cosa: una mezcla de risa e irritación ante lo que mi viejo llamó acertadamente el mediopelismo intelectual. Aquí en España, por el contrario, las clases sociales no están tan diferenciadas como allá, y sus fronteras son puramente económicas. Con más o con menos guita, casi siempre son todos unas bestias apocalípticas, dicho esto con todo cariño y si el menor asomo de menosprecio. En los varios años que llevo por acá, creo que al único tipo que conocí que (desde cierta óptica) valiera la pena fue a Vicente Martinez, oriundo de un pueblo de la Mancha, cincuentón, de una cultura exquisita. Trabajaba como responsable de mantenimiento en un hotel de Andorra. Igual que en todos lados, acá manda la guita, pero al no haber otras cosas con las que entretenerse, se hace muchísimo más triste. Las conversaciones giran siempre en torno a lo mismo: “Fulanito sí que sabe: se ha embolsado treinta millones en una semana” (todavía hablan en pesetas, o en duros: te dividen por cinco pero son incapaces de comprender que la moneda ha cambiado), “Anoche fuimos a cenar a un sitio, carísimo, pero lo bien que hemos comido”, “el Paco ha cambiado el coche, ¿lo has visto? Cinco millones”. Como dejé claro en el párrafo anterior, soy un digno representante de la clase baja; mileurista cuando consigo laburo, suelo estar en contacto con gente de la misma condición, aunque más constantes: trabajadores, como quiso Juan Perón. Y yo los veo vivir como si no tuvieran problemas de guita ni de moral, lo que sería estupendo si en verdad no los tuvieran: desayunan y almuerzan en los bares, cambian el auto cada dos años, compran ropa permanentemente y a partir del día quince te están pidiendo cigarros. Y no se cómo aguantan hasta el día quince. También fomentan su pasión por vicios más caros, pero ese es otro asunto en el que no quiero involucrarme, a ver si después de todo aparte de pelado me estoy volviendo moralista. A mi me resulta bastante deprimente relacionarme con la gente en general y con la que me toca trabajar en particular, no tanto por mi finísima cultura ni por mis elevados pensamientos: es que si hablamos de guita, yo siempre salgo perdiendo. Y ahora si me disculpan, tendré que abandonar: debo prepararme para afrontar una ardua tarea intelecutual. (Intentaré explicarme el éxito de Maná).

Viernes.

Quién sabe, pibe, no sé si estoy muy de acuerdo. Uno trata con imbéciles todos los días sin que este trato nos brinde el menor provecho. En mi caso uno de estos imbéciles es quien me retiene durante interminables horas a cambio de un salario paupérrimo, pero no creo que nadie pueda tirar la primera piedra cuando lo que se está acusando es el trato con imbéciles. Nadie. Entonces recapacitemos: Si cualquiera de estos imbéciles con los que tratamos habitualmente cada tanto nos comprara un cuadro (y tratando con la cantidad de imbéciles con la que trato, previendo que cada uno de ellos me comprara sólamente un cuadro en su vida, yo no alcanzaría jamás a producir tanto), si nos pagara por un cuadro lo suficiente para no tener que preocuparnos durante seis o doce meses en hacer otra cosa que pintar ¿no estaríamos haciendo en realidad un buen trato?. Todos los tratamos, y no es que los tratemos mal, pero solo algunos consiguen un buen trato.

Domingo.

Estado vegetativo:

El invierno ha sido cruel con mi pequeño jardín, trayendo consigo efectos devastadores a los que sólo sobreviven penosamente una cuarta parte de las plantas (entre las que se cuenta el rabanito de la maceta grande, que a fuerza de voluntad adoptó formas de aloe vera y ahora ha sacado un palo largo que ostenta una suerte de flor en la punta ¿qué será?). Es probable que a más del clima, haya influído de algún modo el hecho de mi parcial abandono, ya que con estos ofris no me he ocupado de reglarlas tan asiduamente como solía. Hemos perdido para siempre a seis o siete, me apena confesarlo. Otras tantas están en proceso, o acaso se han acurrucado de ese modo para aguantar la helada, lo ignoro. Pronto acabará el invierno y podremos estudiar mejor sus efectos, el resultado total. Vendrá la primavera y florecerán los tallos, bailarán los olores atrayendo a los insectos, y volverá la vida a mi humilde balcón. Ni nos acordaremos de este invierno de mierda y contemplaremos otra vez la naturaleza en todo su esplendor. Y así se habrá cumplido el ciclo del que ya nos hablaba el Rey León.

Viernes.
"Pero ¿quiénes son los errantes
esos que huyen más que nosotros mismos? (...)
caen del aire resbaladizo como si estuviera engrasado
a la alfombra cada vez más gastada por su salto eterno,
a esta alfombra perdida en el cosmos."
Rainer María Rilke

Día de los inocentes, un día como cualquier otro desde que los redondos dejaron de tocar. No obstante la fecha es buena para hacer un balance del año.

De los objetivos que me planteé (y asumí en voz alta frente a unos cuántos testigos) de cara al año pasado no he logrado concretar ninguno, aunque solo fueran dos. Como excusa puedo decir, en primer lugar, que no eran fáciles.También debería inculpar a un cambio de lo más violento ocurrido este año con respecto a mi forma de vivir. Desde que abandoné mi Buenos Aires querido, un otoño del año 2002, había andado eludiendo toda posibilidad de asentamiento o estabilidad. De la sierra nevada granadina hasta el pirineo andorrano, pasando por diversos pueblos de la costa mediterránea sin dejar de lado las islas baleares, había estado haciendo equilibrio en todas partes sin dejar de pertenecer a la Ciudad y el Rio de mi patria. Iba por donde me tocara ir, pero sabiendo que al otro lado del mar había una ciudad de la que aún formaba parte, donde estaba mi casa, mi familia, mis amigos y mis libros, la casita de mis viejos a la que volvería un día vencido y en la que escucharía a la vieja con esos ojos nublados por el llanto preguntarme ¿por qué, por qué tardaste tanto?. Durante estos años estuvo siempre presente la sensación de que, anduviera por donde anduviera, el pobre equilibrista pertenecía a Buenos Aires. Pero al instalarse en una ciudad ajena, al poner allí su casa que esta vez el viento no derrumbará en unos pocos meses, el equilibrista asume sin remedio que ya no pertenece a ninguna parte. El equilibrista se desespera, y el peso de sus objetivos no logrados lo empujan al suicidio, que afortunadamente no fue lo que ocurrió. En mi caso simplemente fracasé en mi proyecto, lo que no me impide tener una idea general del mundo ni presumir de que así y todo sigo aquí, vivito y haciendo equilibrio.

También es una buena fecha para plantearse nuevos objetivos, pero no aquí. (Mientras escribo, veo por la ventana y con cierta incredulidad, que mi vecina se ha desnudado por completo. Para colmo está bastante buena. Apago la luz para que no me descubra y pienso que es un aporte interesante por si en el futuro surgiera algún inconveniente en el consorcio.)

1 comentario:

Anonymous dijo...

FELIZ CUMPLEAÑOS MATO.
EL LARGO