lunes, 2 de junio de 2008

LOS ERRORES Y EL VINO


“Bueno es el vino cuando el vino es bueno,
mas cuando el agua brota fresca de un manantial cristalino…
prefiero el vino”

(Sentencia oída a mi viejo.)

El primer error fue aceptarlo como un regalo de los dioses: el milagro preciso para que lo que un minuto antes era un vulgar mosto y un minuto después sería un vinagre ordinario, lograra ser el exquisito elixir que – no alcanzándole con eso- además embriaga un poco.

El segundo fue probarlo.

El tercer error que un día –Dios nos perdone- cometimos fue dedicarle atención, fue estudiarlo desde sus amplios aromas a su gama inabarcable de colores, del violáceo hasta el carmín.

El cuarto: haber advertido sus matices y sus capas; haber notado su cambio tras la apertura y el tiempo, su evolución minuciosa, su capacidad de sorprender en breve espacio de tiempo con nuevas reminiscencias de maderas y de frutos (y de especias y de granos).

El quinto error fue alabar la acidez, la frescura, el equilibrio, la elegancia.

El sexto, haber aprendido a descifrar la lágrima que nos deja en la copa.

El séptimo error fue preferirlo entre todas las bebidas.

El octavo fue elegirlo entre todas las opciones.

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