Febrero, viernes.
No me ha sorprendido en absoluto la estadística editorial que reveló el significativo aumento en las ventas de diccionarios en la ciudad de Buenos Aires durante el 2007. Hace tiempo había notado ya que en Buenos Aires las palabras habían perdido su significado original. La palabra “estaño”, por ejemplo. En la capital porteña quiere decir mostrador, barra, a raíz del material del que estaban hechos la mayoría de los viejos mostradores; o por extensión, experiencia, calle, cancha (acá tenés dos más): “Fulanito tiene mucho estaño”. Pero nadie recuerda ya su acepción primera, la de metal o elemento químico.
Otros ejemplos de términos cuyo significado original se ha olvidado serían: educación, peronismo, Palermo viejo…
Lunes.
Me encanta llegar a casa. Antes de desensillar, empiezo a abrir cortinas y a levantar persianas (en casa son partidarios de la tiniebla de los alemanes, mientras que yo amo la luz de los impresionistas). Además vengo cargado con grandes bolsas de naranjas, y eso ya es de por sí un hecho alegre. Hay mucha gente que cree que vivo en un mundo propio (algunos lo llaman “nube de pedos”), ajeno a lo que ocurre en éste; pero cada invierno, en cuanto arranca, yo empiezo a aparecer con bolsas de tres o cinco quilos de naranjas (según la oferta que encuentre), para que nadie se quede sin vitaminas C; lo que demuestra que pese a lo que crean los demás, estoy muy atento.
Martes.
Es cierto, hoy no tuve un gran día: estuve en una entrevista de trabajo en la que todo anduvo adorablemente bien, lo que me pone ante el peligro inminente de conseguir laburo. De todos modos hay algo que celebrar. Mi conflicto personal con el trabajo por fortuna no impide que el país siga su curso, y hoy se inauguró en el Museo Reina Sofía de Madrid una exposición excepcional que reúne más de cuatrocientas obras de Picasso. Son parte importantísima de la colección del Museo Picasso de París, que estará unos meses cerrado por obras, así que cedieron temporalmente gran parte de la colección al gobierno español por la módica suma de tres palos y medio. Esta muestra resulta de un interés enorme, porque hasta donde yo sé y salvo por el Guernica y por algunas exposiciones temporales, en España no se puede ver un pomo de las etapas más características de Picasso: ni en Málaga ni en Barcelona, donde están los museos dedicados a su obra, hay nada significativo de las épocas azul y rosa, ni del cubismo, ni del clasicismo ni de sus últimas tres décadas. En esta exposición podrán verse cualquier cantidad de obras fundamentales de las diversas etapas, y parece que es una selección estupenda (empezaré a usar más seguido esta palabra, es una palabra estupenda) para seguir prácticamente año a año la trayectoria del creador plástico más importante del siglo pasado.
En Barcelona tampoco se quedan atrás: se expone su colección particular (hay Braque, Derain, Matisse, Modigliani, Cèzanne, Gauguin, Degas, Miró...) en el Museu Picasso, hasta el 30 de marzo. Habrá que pegarse una vueltita. Estupendo.
Miércoles.
Qué gracioso el hecho de haber descubierto hace años que cuando uno tiene tiempo no tiene guita y viceversa, y sin embargo ¡seguir haciendo planes!
Y qué triste, Burattini, venir a descubrir ahora que los discos que marcaron nuestra adolescencia los hizo un pelado nazi que vive recluido con las persianas bajas, tomando whisky, seguramente con un par de doverman rondando a sus pies.
Jueves
Conocí un tipo sumamente extraño. Todavía no sé si es dueño de una inteligencia agudísima que escapa a la mía y un exquisito sentido del humor que no alcanzo a comprender del todo, o bien un idiota que no dice más que disparates por no quedarse callado. Por ahora es un misterio.
Por la noche
Esta tarde provoqué un deja vu al portero del edificio Planeta. Tiene su gracia. Tal vez deba dejar a un lado mis berretines y dedicarme a ir por ahí provocando deja vus. Es una actividad estupenda.
Lunes.
Con respecto a una nota de la semana pasada, todavía tengo mis dudas; aunque sospecho que la balanza estaría definiéndose más que nada hacia la posibilidad menos interesante. (¿Es posible que la más exquisita sabiduría resulte a simple vista tan difícil de distinguir de la mera idiotez? ¿O el idiota seré yo?).
Miércoles
Gracias, viejo Burattini. La verdad es que cuando uno recibe en el teléfono un mensaje como el que me enviaste anoche se siente protagonista de algo hermoso, de una especie de fraternidad indisoluble que permanece contra la distancia y contra el olvido, un vínculo secreto sólo para iniciados en la alegría del absurdo y en la tristeza del exilio, una hermandad de melancólicos chiflados. Lo descubrí hace tiempo: un día salía del super y el cielo estaba negro como el alma de mis vecinos; entonces, espontáneamente, surgió lo de mandarte un mensaje. “Lloverán bigornias”. Poco importaba que quizá en Andalucía el cielo estuviera despejado y el sol brillara como sólo brilla allá, con la posible excepción del hipódromo de Palermo, en Buenos Aires. Bastaba con que vos imaginaras la situación: el tipo sale del super, se encuentra el cielo escondido tras un nubarrón de la gran flauta y con toda naturalidad manda un mensaje cuya gracia sólo comprendería uno de nosotros. Cuando se envía uno de estos mensajes en realidad se está mandando una sonrisa, una sonrisa ajena, es decir, una sonrisa al otro lado del teléfono. Y aprovechando este humor particular que nos hace parte de algo así como una familia, estamos diciendo “eh, tranquilo, no estás solo ¡Acá tampoco nos olvidamos de nada!”.
Cuando uno recibe uno de estos mensajes creo que tiene la obligación de agradecerlo públicamente. Y de paso hacer notar las extraordinarias posibilidades literarias del género; hasta ahora pasadas por alto. Para que se sepa, transcribo el mensaje que despertó sentimientos tan profundos y que originó esta nota:
“Me presentaron una mina de nombre Lara. Como la canción, le dije. Cual? Preguntó. Esa, lara larara la lara, todos unidos triunfaremos. Pop argentino de los 90, le expliqué. Un abrazo.”
Gracias, Burattini.
Domingo.
-Cada día canta mejor- Cuando Arribúa vence su timidez y pasa por alto su absoluto desconocimiento del alemán, logra traducciones como la que sigue:
“Únicamente lo pura y eternamente artístico tiene vida eterna. No pierde sino que gana fuerza con el tiempo. Una escultura egipcia (o incluso una pintura de Quinquela) seguramente nos conmueve más ahora que a sus contemporáneos: las características vivas de la época y de la personalidad, al mismo tiempo que disminuían su fuerza creaban fuertes lazos con los espectadores de su tiempo. Por otra parte, cuanto mayor sea la intervención de los dos primeros elementos (acá habla de lo personal y lo condicional -tiempo y lugar, más que nada- como primero y segundo elemento, respectivamente) en una obra de arte actual, más fácil le será acceder al alma de sus coetáneos; y cuanto mayor sea la participación del tercer elemento (lo exclusivamente artístico) más se debilitarán los otros dos y más dificil será que acceda a ella. Por eso a veces tienen que pasar siglos hasta que el valor del tercer elemento sea captado por los hombres (Ya ven que hasta Kandinsky reconoce que Carlitos ¡cada día canta mejor!).
La hegemonía del tercer elemento en una obra de arte es pues un signo de su grandeza y de la del artista (remata coronándolo)” (1)
(1) Extraído de La cursiva es mía, también editado como “Sobre lo espiritual en el arte”, de W. Kandinsky, traducido y comentado dentro del mismo texto por Gonzalo Arribua.
Martes.
Y un día finalmente iba a ocurrir. Lástima enterarse, lástima que uno lo sepa y lo asuma. Lástima estar acá, en el mundo, para verlo. El viejo Fidel colgó los botines, algún día iba a ocurrir. Esperemos que no haya sido en vano, que su larga vida dedicada a la resistencia sirva de algo. ¿Que fue un dictador? Tal vez sí, como tantos otros. ¿Un cretino? ¿un hipócrita? Quién sabe, pero no el único. En cambio sí fue el único que logró sentar en la pija, perdón por la delicadeza, a los Estados Unidos de América durante nada menos que medio siglo. Ojalá que no haya sido en vano.
Jueves.
Los tiempos cambian, es cierto; pero como explican los filósofos y los sabios, la esencia de las cosas realmente importantes no. Los grandes interrogantes siguen siendo los mismos de siempre: “¿Cómo se hace para vivir como un rey y no laburar?”