Un jueves.
Apuntes para optimizar los días
Es sabido que el mundo es un lugar injusto. Hay quienes nacen pobres, quienes nacen con guita e incluso quienes como nosotros nacen en una situación más o menos intermedia, tirando un poco o bastante hacia uno u otro extremo. Existe sin embargo un punto en el que la distribución es equitativa: como hace notar mi viejo, todos tenemos el mismo tiempo: 24 hs por día. Creo que vale la pena sentarse unos minutos a intentar organizarlo del mejor modo posible.
En mi caso lo óptimo sería levantarme sobre las 7:00 hs. Empleando 30 minutos entre la ducha y el café (mientras oigo las noticias en la radio), me quedaría media hora hasta el momento de salir para el trabajo, 30 minutos para dedicar a la lectura, por ejemplo.
Sin ninguna duda y habiendo probado también el tranvía, resolví que el medio más adecuado para moverme por la ciudad es la bicicleta. Además de ahorrar tiempo y guita, no contamina, el viaje es mucho más agradable, se ejercita un poco el cuerpo -que si no termina oxidándose- y se oxigenan los fuelles llenándose de este aire urbano y mañanero, un aire mediterráneo seguramente viciado. Me encanta. Conviene aprovechar el trayecto para oír música, otra actividad necesaria día a día, de esparcimiento y gozo intelectual y hasta físico. Hay que tener cuidado porque en la ciudad en la que vivo recientemente han instaurado una normativa de tránsito que prevé multas para los ciclistas que conducen con auriculares, circulan por las aceras o pasan semáforos en rojo. De cualquier manera no hay que asustarse, llevo algunos meses ejercitando estas prácticas y hasta el momento no ha repercutido en modo alguno. Es importante que no nos quiten este momento de música, perfectamente posible durante el trayecto en bicicleta, ya que entre este viaje y el de vuelta tendremos cubierta la cuota necesaria para la supervivencia del alma en estos tiempos en que tanto culto se rinde al trabajo embrutecedor. (Dos veces al mes o una vez por semana –acaso en algún momento del domingo- habrá que dedicar un rato a renovar la música del walkman, para evitar acostumbrarnos o cansarnos de ella. Parece una tontería, pero hay que lograr que este viaje en bici no se nos vuelva una rutina, sino que debemos ser capaces de disfrutarlo, ya que por la mañana es casi el único momento que puede resultar completamente agradable antes de empezar a trabajar, y a la vuelta, por la tarde, será un momento de desentumecimiento cerebral para despejar la cabeza y poder seguir con una serie de actividades que nos serán más gratas. Lo mejor es cargar música variada, aunque en el momento de la carga nos sintamos anímicamente más dispuestos a oír especialmente alguna, ya que conservaremos estos discos al menos una semana y durante su transcurso necesitaremos todo tipo de ritmos y melodías. El estado actual de mi dispositivo es el siguiente: 1: The London Collection (Monk); 2 y 3: La argentinidad al palo (Bersuit Vergarabat); 4 Miguel Hernández (Serrat); 5: The London years (Rolling Stones); 6: Acido argentino (Hermética); 7: Jam Session (Cahrlie Parker); 8: Miscelánea (Matienzo); 9: The essential (Dylan); 10: La camorra (Piazzolla).). ¿Es necesario decir que –por supuesto- durante el viaje en bici la música deberá sonar a un volumen razonable, que nos permita más o menos intuir lo que ocurre ahí al lado, y que además debemos conducir con atención y campaneando bien debute?
Serán las 8:30 hs. y habrá que empezar la jornada de rendimiento (¿RENDIMIENTO?) económico. Hasta las 17:00 pasaremos unas cuantas horas prácticamente perdidas, sin más provecho que un sueldo de hambre. Habrá que encarar la jornada con buen ánimo e intentar sacarla adelante del mejor modo posible, Serán las 8:30 pero no habrá que afligirse demasiado, habremos hecho ya unas cuántas cositas importantes en la hora y media que llevamos levantados.
Durante el lapso que sigue habrá algún momento aprovechable, pero resulta imposible preverlo y planificarlo en esta hoja, así que me saltearé esta tediosa parte del día. Saliendo sobre las 17:15 hs (nunca a las cinco, como correspondería), estaré llegando a casa sobre las seis menos veinte, quizá antes. Como durante el viaje anduve relajado y sin prisas, ayudado por la música y el aire del camino debería terminar el trayecto con la cabeza bastante fresca, por lo que me bastará un ratito para tomar café y ponerme en actividad a las seis en punto.
De los pobres momentos de los que dispongo, creo que este es el más adecuado para dedicar a la creación y la práctica musical: tocar, componer, grabar. Más tarde podría resultar molesto para los vecinos, pero ajustando una hora y media entre las 18 y las 19:30 todos los días podría ir avanzando de a poco sin necesidad de agotarme en jornadas larguísimas y muy esporádicas, como venía haciendo hasta ahora.
A las 20:00 empieza Pasapalabra, un programa de televisión que tiene su gracia; pero como la parte interesante, llamada “el rosco final”, no va hasta las nueve menos veinte, hay allí más de una hora para escribir boludeces o mejor una novela, dibujar e investigar los espacios, la forma, el color, la materia, y tomar apuntes plásticos para posteriores creaciones geniales, u otra cosa relacionada con mis berretines artísticos.
Tras los quince o veinte minutos de televisión hay dos variantes: cocinar, casi nunca, ya que el recurso del sauguchito evita todo tipo de molestias, o retomar la actividad recientemente abandonada. Casi mejor: leer o estudiar física cuántica. Habrá que ir viéndolo a lo largo de la semana, quizá un día una cosa, otro otra, estos son meros propósitos acaso inalcanzables. Sobre las diez de la noche, ya están jugando otros factores: hay algunos días de tele: lunes C.S.I., jueves House, antes tenía muchos más, pero los cretinos te cambian la programación sin previo aviso y te dejan culo pa’l norte, con el control remoto en la mano, viendo boludeces, al final perdiendo el tiempo, lo que resulta muy ajeno al espíritu de esta nota. Ahí va: los días que no haya programación interesante, aprovecharé para ponerme al día con el apolillo, una siestita de un par de horas hasta que llegue la bruja. Vida de familia hasta las dos de la matina. Las tres como mucho. Tres y cuarto. Y antes de acostarse, no olvidarse de poner el despertador a las siete.
Este sería el plan de acción de entre semana, exceptuando los dos días de descanso de Vilches o Berutti, ya olvidé como la llamaba. En esos días pasearemos, cortaremos flores de los jardines públicos y privados para regalárnoslas, correremos por la playa agarrados de la mano y en cámara lenta con un atardecer de fondo y al llegar a casa –al lado de la chimenea- haremos el amor. De lunes a viernes el planning quedaría más o menos así:
7:00 hs: Arriba, al viorsi, el feca.
7:30 hs: Cachá los brolis.
8:10 hs, a más tardar: Ejercicio físico y gozo mental.
8:30 hs: Laburancia
17:15hs: Tranquilo viaje de vuelta al hogar escuchando tal vez a Thelonious Monk.
18:00hs: Grabación.
19:30hs: Desarrollo de berretines artísticos varios.
20:40hs: “El Rosco Final”
21:00hs: Alimentación.
21:03hs: Estudio teórico (Quizá debo buscar una materia más afín a mi espíritu inquieto ¿enfermería? ¿historia del automovilismo?). Lectura en general.
22:00hs: t.v. o siesta, dependiendo ya no tanto de mí sino de la programación. En los cortes me da por leer, pero ya doy por terminada la jornada de acción metódica en cuanto apoyo el culo en el sillón. Ya estoy en situación de descanso. Y en posición de flor de loto. Es curioso, me ocurre, no puedo evitarlo.
Ahí está mi semanita más o menos organizada, que es lo que necesitaba. Orden es progreso, Ronaldinho lo sabe mejor que nadie. El fin de semana no sé, tal vez lo prevea en otra nota.
Por la noche, si aún dispusiéramos de un ratito, siempre se puede ir a ver mujeres hermosas bailando desnudas en el puticlub.
NOTA: Una de las cosas fundamentales para emprender casi cualquier tipo de actividad consiste en tener a mano bastante hielo y una botella de whisky. De no disponer de hielo el vino tinto es una buena variante.
Viernes.
Unos versos que me han estado torturando durante la semana por su contundente sentido común. Se trata de esta interesante reflexión que Rivero cantó mejor que nadie:
¿No ves, che policarpo, que hoy el que pierde
es el que suda y cincha para comer?
¡prendete en un final de bandera verde!
Si no te salva un pingo ¿quién lo va a hacer?
¡tirate un lance, la suerte es loca
como la boca
de una mujer!
Domingo.
El viento trae una copla.
Norma número uno: jamás contarás un sueño. Apéndice a la norma número uno: ni siquiera cuando sea recurrente. Ejercicio número uno: Me veo con mis amigos saliendo de una ciudad importante y desconocida (tal vez Zurich, tal vez París, tal vez Londres, tal vez no) por una carretera grande. Venimos en un Audi A6, ponele, o algún otro auto de características parecidas. En realidad somos cuatro o cinco los que venimos en el auto, pero dentro del sueño esos cuatro o cinco representan a TODOS mis grandes amigos. Es un día nublado y gris, sin embargo nosotros estamos de un perfecto estado anímico, una tranquilidad entusiasta que solo da la verdadera alegría. Estamos muy contentos de estar juntos porque hemos dejado de vernos regularmente hace varios años, al desparramarnos por el mundo; y ahora en cualquier lugar del planeta volvimos a encontrarnos y estamos saliendo de la ciudad quién sabe hacia dónde, posiblemente a hacer un asadito en las afueras. Pero estas son puras especulaciones, en el sueño venimos saliendo como dije de una ciudad importante y desconocida, por una carretera grande, un día nublado en un Audi A6 cuyo motor no hace ningún ruido, y de pronto, cuando en el estéreo empiezan a sonar unos tambores, uno de nosotros sube perceptiblemente el volumen del aparato. Hay una emoción muy grande en el ambiente, algo que está ahí, a punto de estallar; siento un escalofrío de lo más dulce cuando el pelado dice: “y no olvidé nada / que plantamos ilusión / en la pampa mojada…”, y adivino la piel de gallina en mis compañeros. Eso que amenazaba con explotar en cualquier momento lo hace pronto, cuando en sus versos finales el dolape canta: “y hoy me tengo que inventar, / si soy argentino”. Entonces me despierto con el “lelelelei lelelei leleleile leleile…”, me afeito, desayuno y empiezo el día con alegría y sencillez. Mi vida no ha cambiado mucho desde que sueño estas cosas; sigo exactamente igual: corro, salto, voy y vengo; siempre haciendo equilibrio.
Lunes.
Se viene una semanita dura. Tener muy presente la siguiente máxima: Haciéndose el boludo resulta relativamente fácil conseguir para uno mismo ciertas ventajas que le están completamente vedadas a las personas normales.
Martes.
Siguen con lo de Chavez. Es increíble. Desde el incidente entre el tirano y el rey, todos los canales han sacado a sus reporteros a la calle a reclutar opiniones al respecto. En España están muy ofendidos por la actitud del mandatario venezolano, que por este mero acto se ha ganado el odio de toda la población. Parece que la situación en la que se vió el monarca ha sido un ultraje o una violación para el pueblo ibérico, tan sencible. Lo que llama la atención es que unos días antes de la cumbre iberoaméricana, unos cuantos de los que ahora se ofenden andaban por las plazas quemando fotos de la realeza sin que a nadie le importara gran cosa, es decir, intentaron llevar el tema a los medios, pero no sucitó la reacción de nadie, a los pocos días pusieron en libertad a los chicos que habían quemado las primeras fotos ( a los autores de actos parecidos durante los días siguientes ni siquiera se molestaron en detenerlos) y todo como antes. Salvo que apraeció Chavez, le dijo al rey cuatro cosas, lo sacó un poco de quicio, y la sociedad española puso el grito en el cielo. Que no vengan de afuera a tocarnos los huevos, se oía. Y mucho menos si son sudacas, coño.
Viernes.
Hoy me estaba acordando. Un día, hace años, mi hermanita Mariu me pidió que le enseñara un poema, petición que no dejó de sorprenderme. Una poesía, me dijo. Juamba, ¿vos sabés una poesía? Yo le enseñé esta joyita de Cortázar que transcribo a continuación, se la enseñé porque me pareció hermosa y porque la consideré la menos adecuada para enseñarle a Mariu, es decir, si no se la enseñaba yo ¿llegaría a conocerla? El final del poema, de lo más emotivo, son estos melancólicos versos libres:
Para algunos todo es igual
mas yo no quiero a racing
no me gusta la aspirina
resiento el paso de los días
puteo algunas veces y me dicen
qué le pasa amigo
viento norte, carajo.
Jueves.
Ultimamente me irrito con suma facilidad en el trabajo. Tanto que estuve pensando en pedir un estudio psicológico o psiquiatrico a fin de averiguar si todo sigue en orden acá adentro. Tengo discusiones muy fuertes con mis superiores prácticamente todos los días y más de una vez estuve a punto de abandonar mi puesto de trabajo, aunque preferiría que me despidan. Me pongo como loco, un poco porque la situación lo exige, y bastante porque noto ciertos resultados en el trato posterior. Es decir, a partir de mis reacciones un poco desproporcionadas, me joden lo mínimo indispensable, que muchas veces es nada. El otro día la encargada me dijo: Tu aparentas ser tranquilo pero cuando te desatas eres un huracán. Me hizo gracia. Araca que ahí viene el Huracán. Y the boss, el temido jefe, el puto amo, en un momento de tranquilidad tras la discusión: Juan, es que tu tienes muy mal genio. Y yo, desaforado:
-¡¡¡¿¿¿Ah si???!!! ¡¡¡Ahora resulta que tengo mal genio, la puta que te parió!!!
Viernes.
Como cantaba O' Connor con ese timbre tan particular que Burattini aplicaba a canciones como “Bandoneón arrabalero”, “todos barremos con saña a los ídolos caídos”.
Compañeros de trabajo, horrible situación para empezar una historia de amor, pero al menos indicaba que teníamos algo en común: los jefes. No sería mucho pero era algo, y resultaba bastante alentador teniendo en cuenta mis tentativas inmediatamente anteriores: una separatista vasca vinculada de algún modo a Batasuna, una bailarina de streap-tease y una fanática de Chayanne. No costaba mucho ver que el vínculo entre mi compañera y yo era mucho más cercano
Me fuí haciendo ciertas ilusiones, aquella mujer me gustaba mucho y durante días la consideré motivo suficiente para levantarme cada mañana con la sonrisa más sana y menos sarcástica de mis cosechas, una sonrisa sin el menor asomo de ironía, una sonrisa de pura alegría que dificilmente ofrece este espíritu descreído, y mucho más dificilmente a primera hora del día. Me hizo entrar como un gil: no mostró defecto alguno (defecto grave) durante cuatro días, lo que es mucho tiempo para un tipo observador. Al quinto, antes de poner un disco me pregunta:
-¿Te gusta Maná?-. Se me quedó la cara de piedra. Miré un poco hacia arriba, como si considerara la pregunta o intentrara recordar algo, rescatar de un caos mental cualquier canción del grupo. O un poco también al costado. Acaso miré hacia arriba como de costado. Pausa ya larga.
- Oh amor- recité como para mí- Oh amor-. No encontraba otro verso. En seguida agregué:
-Sí, son buenos.
Entonces supe que tenía que escuchar un disco de Hermética. Lo necesitaba, ya me estaba sonando en la cabeza.
-Pero va a ser mejor escuchar algo de Paul Anka- dije. -Ahora vengo, voy a buscarlo.
Y asumí un nuevo fracaso.